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El efecto Pinocho

¡Hoy todo cuán distinto! Ya no estaba allí Alberto Lleras leyendo con su voz preciosa el discurso antológico con el que inició su retorno a la política con el propósito de echar por tierra la vulgar dictadura, lo que logró en menos de dos años.

20 de octubre de 2021 Por: Jorge Restrepo Potes

Tuve la paciencia de ver y oír a los cinco precandidatos del Centro Democrático en el primer foro que realizaron en el Salón Rojo del Hotel Tequendama de Bogotá, escenario de las viejas y gloriosas gestas del Partido Liberal, entre las que recuerdo por haber asistido, el banquete en honor del expresidente Eduardo Santos con motivo de la clausura de El Tiempo, uno de los actos más repudiables del dictador Rojas Pinilla.

¡Hoy todo cuán distinto! Ya no estaba allí Alberto Lleras leyendo con su voz preciosa el discurso antológico con el que inició su retorno a la política con el propósito de echar por tierra la vulgar dictadura, lo que logró en menos de dos años.

Ahora, en la mesa principal estaban las senadoras María Fernanda Cabal y Paloma Valencia; el excandidato Óscar Iván Zuluaga; el exviceministro Rafael Nieto; y el exgobernador de Casanare Alirio Barrera, que cuenta con el apoyo de Tomás Uribe Moreno.

Escuché todas las intervenciones. Supuse que de sus labios saldrían propuestas para enrutar el país luego del desastre causado por la ineptitud del actual presidente, al que todos ellos contribuyeron para llevarlo a la Casa de Nariño. Creí que tendrían en cuenta el drama que viven millones de colombianos acosados por la inflación, que los tiene en grado de pobreza, o la tragedia de los que están en situación de miseria absoluta.

Todos siguieron la misma cartilla: criticar el Acuerdo de Paz con las Farc, que ellos prometen hacer trizas, unilateralmente, sin considerar que ese es un texto aprobado por el Congreso y ratificado por la Corte Constitucional.

Los argumentos expuestos en el foro uribista son idénticos a los usados para alcanzar el precario triunfo del N0 en el plebiscito, que es algo inexplicable a cualquier observador extranjero: que hubo colombianos que votaron negativamente un acuerdo que sustrajo de la guerra al grupo armado al que por más de 50 años el Estado no pudo liquidar, pues la victoria militar no se dio.

En ese episodio de locura colectiva soltaron parecidas mentiras a las que ahora lanzan los cinco precandidatos de la exquisita derecha uribista:
que las Farc se tomaron el Congreso; que la JEP es un grupo de mamertos empeñado en liberar de responsabilidad a los excomandantes guerrilleros; que las 16 curules para las víctimas serán ocupadas por el castrochavismo.

Si estos cinco pretendientes fueran personajes similares al muñeco creado por Carlos Collodi, ya tendrían las delicadas narices con un metro de longitud.

Con la mano al pecho, los pentacandidatos entonaron el Himno Nacional, con inmensa imagen al fondo del líder en idéntica postura corporal: ‘mano firme, corazón grande’. El éxtasis supremo; la emoción contenida; lágrimas brotando de los tiernos ojos. El líder no estaba, pero como él es omnipresente, ellos asumían que desde El Ubérrimo los acompañaba.

Ninguno será el candidato del Centro Democrático. El 22 de noviembre Uribe les dirá que están llamados a sacrificarse por la patria, que aplacen sus justas pretensiones, y de inmediato proclamará a Federico Gutiérrez como candidato único de su hueste. Nadie chistará. Cabal tendrá un soponcio; Paloma soltará una lágrima de amargura; Óscar Iván fruncirá más el ceño; Nieto dirá un discurso plegándose a la voz del amo; y Barrera lanzará al aire su ridículo sombrero, exclamando: “Nos jodió el viejo”.

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