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Derecha dura y pura

Que un mozo como Horacio José Serpa diga que los liberales votaron en segunda vuelta por Iván Duque porque “es el más de centro del Centro Democrático”, pase. Pero que un político tan astuto como César Gaviria...

22 de mayo de 2019 Por: Jorge Restrepo Potes

Que un mozo como Horacio José Serpa diga que los liberales votaron en segunda vuelta por Iván Duque porque “es el más de centro del Centro Democrático”, pase. Pero que un político tan astuto como César Gaviria se tragara ese mismo cuento, es algo increíble porque no se necesita ni la inexperiencia del hijo de Horacio Serpa, ni la sagacidad de Gaviria para saber que Duque sería en el Gobierno un servil ejecutor de las órdenes de Álvaro Uribe.

Yo, que llevo muchos años analizando la política colombiana, ora como congresista, ora como miembro de plurales directorios liberales, ora como columnista, jamás acepté el libreto que le hicieron leer al candidato de Uribe, con el que lograron convencer a muchos colombianos que ‘el que dijo Uribe’ era esa persona conciliadora que aparecía risueño en las tarimas, bien distinto del agresivo de los debates senatoriales que adelantó cuando tuvo curul obsequiada por el jefe en la alta cámara.

El ánimo conciliatorio y amable le duró a Duque lo que duran las rosas de Ronsard, el espacio de una mañana. No fue sino que el ala extremista del Centro Democrático le enseñara sus feroces fauces para que el hombre volviera grupas y se alineara con Paloma, Cabal, Mejía, Macías, José Obdulio, Holguín y demás exaltados para quienes el Acuerdo de Paz es un esperpento que hay que hacer trizas, porque detrás del pacto estuvo Juan Manuel Santos.

Colombia puede llegar de la mano de Duque asida a la de Uribe, a un Estado totalitario, porque es verdad sabida que a los gobiernos de extrema derecha les incomodan las barreras que pone la democracia a los abusos del poder. Eso está inventado. Hace casi un siglo, Hitler, Mussolini y Franco, lo primero que hicieron al hacerse con el mando en Alemania, Italia y España fue poner fuera de la ley a los partidos políticos que no fueran los suyos propios, y entonces crearon el Nazismo, el Fascismo y la Falange, y con esas doctrinas condujeron a sus países a una guerra atroz.

Todos eran seres superiores, según ellos. Ninguno aceptaba que hubiera cámaras legislativas independientes, pues como había un solo partido reconocido, ese dominaba los escenarios políticos y los centros de decisión.

No existe régimen de derecha pura y dura con juego limpio democrático. Cuando en 1949 el gobierno conservador se enteró de que el Congreso de amplia mayoría liberal pretendía llevar a las barras al presidente Ospina por su responsabilidad en la violencia oficial desatada en todo el país, el presidente en ejercicio del artículo 121 de la Carta del 86 declaró turbado el orden público y en estado de sitio todo el territorio nacional, y con las atribuciones de esa norma, cerró el Congreso y modificó el sistema de votación en la Corte Suprema para que los perversos decretos no pudieran ser ‘tumbados’ por el ente que era el guardián de la Constitución.

No hay que llamarse a engaño. El CD es el nuevo partido de derecha extrema que hay en Colombia. Ganó la elección presidencial apoyado por muchos de otras banderas, que hoy están más arrepentidos que muchacha tatuada.

Lo grave es que faltan tres años de este gobierno en el que el Presidente vive en la Casa de Nariño pero el que manda vive en otra parte, como escribieron alguna vez los mexicanos en un muro del Palacio de Chapultepec.

Ese es el sombrío panorama nacional, y Duque ya no sabe para donde voltear a mirar, salvo al ‘Arauca vibrador’, en donde tampoco se cayó ‘el muro de Berlín’.

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