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Crepúsculo

Billy Wilder el genial director de cine austriaco, cuando Hitler anexó su patria a Alemania se refugió en Estados Unidos y allí alcanzó renombre mundial con sus comedias que son una maravilla.

13 de noviembre de 2019 Por: Jorge Restrepo Potes

Billy Wilder el genial director de cine austriaco, cuando Hitler anexó su patria a Alemania se refugió en Estados Unidos y allí alcanzó renombre mundial con sus comedias que son una maravilla y que conservo como reliquias en mi cinemateca. Con Marilyn Monroe filmó Una Eva y dos Adanes y La Comezón del Séptimo año; y con Jack Lemmon y Shirley MacLaine, El Apartamento, que se alzó con el Óscar a mejor película en 1960.

Pero Wilder también hizo dramas estupendos: Testigo de cargo, con Tyrone Power y Marlene Dietrich; y El Crepúculo de los dioses con Gloria Swanson que muestra la tragedia de esta renombrada actriz que no pudo aceptar que la edad se le fue encima, y sufría porque ningún productor la incluía en las películas que aspiraba protagonizar.

He vuelto a esta joya y no puedo menos que pensar en Álvaro Uribe a quien el pueblo colombiano, por abrumadora mayoría, le ordenó pasar a la reserva pues su raquítico partido, el Centro Democrático, fue el gran perdedor de las elecciones, en las que quedó en el último renglón de los guarismos.

Es tal la idiotez de algunos de sus seguidores -Paloma, Cabal y Cía.- que salen con el cuento de que como no tenían ninguna gobernación ni alcaldía importante, nada perdieron. Qué tal esa. ¿Acaso no presentaron candidatos a esos cargos en todo el país? Lo de Antioquia y Medellín fue un desastre para el envejecido líder. Aníbal Gaviria y Daniel Quintero le dieron en su departamento y en su municipio una muenda tremenda. Quintero, el nuevo fenómeno político, derrotó al protegido de Uribe, Alfredo Ramos, hijo de uno de los grandes gamonales paisas.

No es cuestión de poca monta lo que les ocurrió a Uribe y a sus parciales. Tampoco es culpa del pésimo gobierno de Duque. Es que la gente se cansó de oír el mismo discurso contra dos fantasmas: Juan Manuel Santos y el proceso de paz con las extinguidas Farc. A Santos ni le va ni le viene que le digan castrochavista -que es una sindicación cretina- y las Farc no se tomaron el poder y su fracaso electoral es total.

Así que Uribe y sus despalomados laderos van a tener que sacar unas disculpas menos torpes que las que están esgrimiendo. Deben ser buenos perdedores y aceptar que la historieta del uribismo -‘mano firme, corazón grande’- quedó sepultada en un pasado al que Colombia no quiere regresar.

Conviértanse en aliados leales del presidente Duque y dejen de enrostrarle sus defectos, que son muchos, pero que por decisión de ellos llegó a la Presidencia.

Ingresen a un acuerdo nacional de reconciliación y convivencia porque las calderas de la inconformidad están al punto de estallar, con los ejemplos de Ecuador, Bolivia y Chile.

Piensen un instante en la patria, a la que tanto invoca como su máximo protector el senador Uribe, y entiendan que los colombianos no uribistas, no somos unos mamertos comunistoides, sino compatriotas que esperan un futuro mejor para esta tierra.

El presidente Duque, en su carácter constitucional de personificación de la unidad nacional, debe, si quiere terminar su periodo sin tantas turbulencias, iniciar desde ya ese acuerdo y convencer a su jefe que eso es lo mejor para el país. Desde luego hay que sacar adelante la reforma política para que Colombia vuelva a tener partidos serios sin necesidad de recurrir a la compraventa de avales, como se vio el 27 de octubre.

Que la luz crepuscular los ilumine y dejen de combatir contra molinos de viento, porque a veces las aspas son implacables y pegan durísimo.

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