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50 años De ‘Cien años…’

A poco de haber salido de las prensas de Editorial Sudamericana la novela ‘Cien años de soledad’ de nuestro compatriota Gabriel García Márquez, me hallaba en Montevideo, la linda capital de la República Oriental del Uruguay, en compañía de mi querido amigo ya fallecido Ramiro Andrade.

26 de abril de 2017 Por: Jorge Restrepo Potes

A poco de haber salido de las prensas de Editorial Sudamericana la novela ‘Cien años de soledad’ de nuestro compatriota Gabriel García Márquez, me hallaba en Montevideo, la linda capital de la República Oriental del Uruguay, en compañía de mi querido amigo ya fallecido Ramiro Andrade. Caminábamos por una de las amplias avenidas y nos detuvimos frente a una vitrina de librería, y allí estaba exhibido el libro con el dibujo de un barco en la tapa, como dicen los argentinos, de la primera edición. Lo compré y lo leí en el vuelo de regreso a Colombia. Quedé deslumbrado, como quedaron los millones que lo han leído en más de cuarenta idiomas.

Un día le pregunté a distinguida dama si había leído la novela, y al contestar negativamente cometí la torpeza de regalarle el ejemplar que había adquirido en Montevideo, con una adehala: en el libro iba el cuadro que hizo y regaló a sus amigos el ingeniero Octavio Gaviria (qepd) para entender fácilmente la genealogía de los Buendía. No dejé copia y se fue. Tengo la certeza de que la receptora del obsequio no leyó el libro. Creo que no pasó de las luminosas palabras liminares “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Moraleja: no se debe regalar libro leído. Para eso está ‘La Nacional’.

Desde luego, con el correr del tiempo adquirí varios ejemplares de nuevas ediciones, incluida la última patrocinada por la Real Academia Española, que incluye el discurso magistral pronunciado por el autor al recibir el Premio Nobel en 1982.

Por cumplirse en este mes 50 años de la primera edición en Buenos Aires de la célebre obra, la leí por tercera vez y quedé tan deslumbrado como la primera. Con cierta vanidad digo que soy lector voraz desde niño, y creo que por mis ojos han pasado los grandes escritores en lengua española que en el mundo han sido, y siempre estimé que el libro de Miguel de Cervantes Saavedra es el mejor, pero este prodigio que salió de la mente brillante del hijo de Aracataca es, sin duda alguna, el segundo mejor. Porque si Don Quijote es una pieza maestra del más puro idioma castellano, lo que escribe García Márquez en ‘Cien Años de soledad’ es de un preciosismo literario que no le queda muy atrás al caballero andante de La Mancha.

En esta ocasión fui leyendo con marcador en mano, subrayando las frases que consideraba más hermosas de la novela. Al final había resaltado casi todo el libro pues en todos los párrafos hay un relámpago de audacia de este hombre excepcional para llevar a su idioma términos que significan otra cosa pero que él les da un sentido perfecto. Juzgo que los traductores que vertieron la obra a tantas lenguas se vieron en apuros para traducir lo que solo tiene explicación para quienes tenemos la fortuna de ser hispanohablantes.

Es bien posible que en un país cuya gente lee poco haya muchos que no han leído a García Márquez. Deberían hacerlo, hasta los que dicen detestarlo por haber sido amigo de Fidel Castro, con quien comparte sala en el Averno, según la representante María Fernanda Cabal.
Siento orgullo inmenso de ser compatriota de ese genio de la literatura que es Gabriel García Márquez, y me importan un pepino las críticas mezquinas que le hacen por no haber pavimentado con su dinero las calles de su pueblo natal. Eso le toca hacerlo al Estado, no a los literatos.

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