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Un milagro para sanar

El sacerdote que contemplaba lo que estaba ocurriendo, con lágrimas en los ojos le dijo al niño: “No lo olvides, nuestra oración siempre es escuchada por Dios”.

26 de septiembre de 2022 Por: Jorge Humberto Cadavid Pbro

Hoy quiero llegar al corazón de todos los que se acerquen a leer esto que voy a transcribir de un meme que recibí sin saber quién lo escribió, pero que me llevó a pensar en que es la humanidad la que está enferma, porque el hombre perdió la capacidad del asombro, se le olvidó amar y por esto se está muriendo el mundo, que necesita de un milagro de manera urgente.

La historia comienza con un niño que se acerca corriendo y afanado a una farmacia y le pide al farmaceuta: Señor, por favor, deme un milagro; este es todo el dinero que tengo, lo estaba ahorrando para comprarme una bicicleta, pero es que el doctor dijo que mi mamá necesita de un milagro y yo amo a mi mamá, es lo único que tengo y quiero que esté bien. Por favor ayúdeme, ¿es suficiente mi dinero?

Por supuesto, el farmaceuta muy sorprendido, muy conmovido por la historia del niño, le respondió que allí no tenía ese remedio y le agregó: Sólo Jesús, el Hijo de Dios, tiene ese remedio especial. Y le invitó a que fuera a la iglesia a pedírselo.

No había terminado de decírselo el boticario y el niño, como un rayo, salió hasta el templo, entró a él, vio el crucifijo en lo alto y con mucho afán se acercó al altar y frente a un cirio encendido delante del Sagrario, a gritos le dijo: “Jesús, tú tienes el milagro, el señor de la farmacia me dijo que el milagro para curar a mi mamá lo tienes tú. Aquí está todo el dinero que tengo, lo he ahorrado para comprar una bicicleta. Te lo doy, pero por favor ayúdeme”.

Pero Jesús no pronunciaba una palabra que oyese el niño, entonces este gritó más fuerte: “Jesús, si no me ayudas, te acusaré con tu mamá y le diré que no me quieres ayudar. Yo sé que tu amas a tu mamá, como yo amo a la mía, ayúdame, dame el milagro que mi mamá necesita. Prometo volver lo más rápido posible para ayudar a bajarte de la cruz”.

El cura que le estaba oyendo se acercó y le invitó a hablar bajito y más cerca del Sagrario, que así lo escuchaba, aunque no sientiera que le respondiera. El niño cerró los ojos y con lágrimas en voz baja repitió la misma súplica. Conmovido por el niño, el padre lo acompañó a casa y en el trayecto el niño le expresó el amor que tenía por su madre y cómo era lo único que tenía y que le habían dicho que solo Jesús tenía el milagro para curarla.

Llegaron a la casa, el niño entró corriendo y no encontró a su mamá en la cama, estaba en la cocina y le dice a su hijo: “El doctor que llamaste me dijo que te saludara, y me pidió que te dijera que él también ama mucho a su mamá. Hijo, ¿cómo conociste a este doctor?”.

El sacerdote que contemplaba lo que estaba ocurriendo, con lágrimas en los ojos le dijo al niño: “No lo olvides, nuestra oración siempre es escuchada por Dios”.

Hay momentos en la vida en los cuales no encontramos salidas porque todo está muy enfermo, y buscamos ese milagro en quienes no tienen el medicamento preciso y equivocadamente vamos al sitio que no es o a la persona que no lo tiene, y por falta de fe, porque somos adultos y queremos razones, no somos como el niño que confía y cree en lo que le dicen para encontrar el milagro que verdaderamente sana.