En nombre de Dios

ojalá se convirtieran en verdaderos retiros del espíritu, para no dejarse guiar en ellos por el revanchismo, la soberbia, el orgullo y la arrogancia.

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18 de nov de 2022, 11:55 p. m.

Actualizado el 18 de may de 2023, 04:53 a. m.

André Malraux decía que una civilización es todo lo que concita en torno a una religión, y cuando una religión pierde su influencia, otra ocupa su lugar.

El historiador A. Toymbee, pone precisamente la aparición de una religión universal como la señal de la caída de una cultura y el comienzo de otra.

A estos pensadores se suma el alemán Martín Mosebach quien observa que “la pérdida de la religión desestabiliza un país. Y cuando una sociedad ya no sabe darse a sí misma una razón de ser, otros encuentran una, y el vacío dejado por la anterior lo llenará pronto otro, el más ágil, el más astuto”.

En su último libro, titulado ‘Les pido en el nombre de Dios’, el papa Francisco retoma las ideas esenciales que sobre la paz habla y propone el documento Conciliar Gaudiun et Sapes, desde los números 72 hasta el final, en especial en los números 78, 82 y 83, en los cuales el documento citado dice: “La paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía histórica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama obra de la justicia”.

En el 83 nos dice: “Para edificar la paz se requiere ante todo que se desarraiguen las causas de discordia entre los hombres, que son las que alimentan las guerras. Entre esas causas deben desaparecer principalmente las injusticias. No pocas de éstas provienen de las excesivas desigualdades económicas y de la lentitud en la aplicación de las soluciones necesarias”.

“Otras nacen del deseo de dominio y del desprecio por las personas, y si ahondamos en los motivos más profundos, brotan de la envidia, de la desconfianza, de la soberbia y demás pasiones egoístas. Como el hombre no puede soportar tantas deficiencias en el orden, estas hacen que, aún sin haber guerras, el mundo esté plagado sin cesar de luchas y violencias entre los hombres”.

Por lo anterior, es que en el citado libro el papa Francisco dice “Les pido en nombre de Dios” y hace un catálogo de lo que se debe hacer para llegar a esa paz: “Reformas orgánicas, para que las organizaciones internacionales recuperen su vocación primordial de servir a la familia humana”, entre ellas a las naciones Unidas, que a la vista de la pandemia por el Covid-19 y de la guerra de Ucrania ha “demostrado sus límites”.
Qué bueno que esto, visto a nivel mundial, nos sirva para pensarlo para nuestra Patria, que los diversos encuentros que hacen los partidos políticos, nuestros dirigentes y nuestros gobernantes, reuniones a las que los periodistas llaman ‘retiros’, ojalá se convirtieran en verdaderos retiros del espíritu, para no dejarse guiar en ellos por el revanchismo, la soberbia, el orgullo y la arrogancia.

Para que piensen en patria, en nación, en sus gentes, y que tengan sobre todo el talante, la gallardía y la suficiente grandeza para ser humildes y deponer los odios, las amarguras y venganzas, y en realidad construir la Gran Colombia, todos juntos.

Sacerdote, párroco en María Madre de la Iglesia en Vipasa y Prados del norte, fue director del Centro de Investigaciones de la Arquidiócesis de Cali, profesor de Teología en el Seminario Mayor San José de Panamá, y párroco en Buga y en Cúcuta. Escribe para El País desde 1999

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