El manipulador
Hace bastante se eliminaron las llamadas obras de caridad. Por lo general, se realizaban en Iglesias pero su buena intención terminó opacada.
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10 de ago de 2020, 11:35 p. m.
Actualizado el 25 de abr de 2023, 05:23 a. m.
Hace bastante se eliminaron las llamadas obras de caridad. Por lo general, se realizaban en Iglesias pero su buena intención terminó opacada por la connotación de superioridad o si se quiere, de asistencialismo de quienes las practicaban. Aprendí en Psicología que siempre hay que buscar la intención oculta, o si se quiere, el lenguaje del inconsciente para entender el comportamiento. La obra de caridad entonces era una fachada donde el disfraz de bueno y generoso tapaba verdades oscuras. La Psicología enseña que una conducta extrema, esconde su contrario. El sentir popular dice: “Dime de que te precias para saber de qué careces”.
Los obsesivos tienen su guardado. ¿Servicio? ¿Generosidad? No, no hay que confundirse. La incondicionalidad guarda veneno. Hace 7 años (16 de abril 2013) escribí una columna sobre la personalidad de Álvaro Uribe (desde la mirada profesional de acuerdo a su historia y comportamiento), que hoy podría repetir desde la primera hasta la última línea. Sólo que, como sucede con los comportamientos no sanados o corregidos, se crecen en patología. La obsesión de Uribe por el poder es desbordada. No le bastaron 8 años, ¡quería más! No lo pudo hacer desde la Presidencia, porque se le puso coto a la infinita reelección. Iba por la tercera y usó (o intentó) todas las formas posibles para perpetuarse en la Presidencia. Como no lo logró, para subsanar su vacío de poder fundó partido, nombró candidatos y se lanzó como senador por dos períodos (¿Iba por más?).
El poder, el infinito encanto del poder, la fuerza humana más poderosa de cuantas existen es una droga que obnubila y hace perder el sentido de la realidad. El poderoso todo lo puede, no hay límite para su pasión. No hay leyes que lo detengan. Y si alguna norma se atraviesa, se suprime. ¡Es el poder! La intención detrás de la máscara de servicio usa tres disfraces: manipulación, seducción o victimización. ¿Cómo no encontrar momentos en la historia de Uribe que no encajen en cada uno de estos vestidos? El más peligroso, la manipulación. Lo están juzgando ahora precisamente por eso, por manipular. Por considerar que fue el artífice de la acción. Buscó un abogado ‘experto’ en esas artimañas (ninguno de los ‘prestantes’ que lo han defendido servía), pero se le devolvió. Yo interpreto que para la Corte este es el peligro más grave: su capacidad de manipulación.
El poder para poder pero también para aniquilar a otros. Su odio por Santos es infinito y ni siquiera el Papa Francisco pudo conciliar. Uno de los peores tormentos de un ser humano es su mente, de ella no se escapa. Uribe, allí en su fuero interior, debe carcomerse las entrañas al comparar su presente con el de Juan Manuel Santos -JMS-. ¿Cómo podrá sentirse ahora, rodeado de abogados, demandas y colaboradores de sus ideas y gobierno, en la cárcel? Y el otro, JMS, ¿dónde y cómo? Con su odio visceral, ha enseñado a odiar. El caudillismo produce estos fanatismos. El odio mezclado con el poder es un coctel que daña las estructuras de un individuo o de una comunidad. Los caudillos necesitan nutrir ese odio porque eso es lo que los endiosa. No Diego, no es lo que hizo como Presidente sino su deseo infinito de ser eterno. No lo siento por él. Lo siento por mis amigos uribistas, a quienes aprecio, que sufren a causa de él.
Sigue en Twitter @revolturas

Psicóloga, conferencista de temas de pareja, cambio y espiritualidad. Licenciada en Letras. Directora de los programa de televisión Revolturas, Despertar de la Conciencia en el Canal 14, y "Consultándole a GloriaH" en el Canal 2 en Cali. Colaboradora habitual de la radio en Oye Cali, El corrillo de Mao . En 2009, ganó el premio Rodrigo Lloreda Caicedo a la mejor columna de opinión en El País. Autora de los libros Hablemos del Amor , "Amarte no es tan fácil" y Dónde esta mi papá´.
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