Homicidios ‘disparados’

Esto es gravísimo porque si no creemos en la Policía ni en la Justicia ni en la alcaldía y tampoco hay confianza en que se pueden articular esfuerzos pues estamos en el mundo del caos, de la anarquía, donde cada quien se salva como pueda.

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5 de ene de 2022, 11:45 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 11:31 a. m.

No arrancó bien el año para la ciudad. Al hipercontagio por Covid-19 que tiene al borde del colapso a las instituciones de salud de Cali se sumó la cifra de homicidios con que cerró el 2021. Es indudable que hay un retroceso en esta materia, la capital del Valle cerró el vergonzoso año con 1217 asesinatos, lo que se traduce en un aumento del 13,2 % frente al 2020 cuando ocurrieron 1075 asesinatos.

Y aunque es cierto que la ciudad venía con una dinámica de reducción de homicidios, tampoco era para echar las campanas al vuelo. Lo cierto es que la ciudad por lo menos desde hace 30 años tiene una espiral de violencia temeraria, que cada año se supera con creces. Con estas cifras, Cali se convierte en la de mayor incidencia de homicidios si se compara con las principales capitales del país. En Bogotá ocurrieron 1126 asesinatos en 2021; en Medellín la cifra es aún menor, pues se tienen registrados 403 crímenes en todo el 2021. Lo que sucede en Cali es un desastre, es de terror. En esta ciudad campea la violencia y no es de ahora, no, es algo estructural a lo que no se le puso suficiente atención.
Sí, hubo una disminución en el gobierno de Armitage, pero tampoco se lograron cifras que quebraran el espinazo de una violencia atávica que se ha apoderado de la ciudad.

Al consultar con expertos, me llamó la atención por un lado que se percibe una débil estructura de trabajo mancomunado entre quienes deben luchar contra el crimen, pero por otro lado la falta de confianza de la sociedad en sus instituciones. Esto es gravísimo porque si no creemos en la Policía ni en la Justicia ni en la alcaldía y tampoco hay confianza en que se pueden articular esfuerzos pues estamos en el mundo del caos, de la anarquía, donde cada quien se salva como pueda.

Será necesario fortalecer mecanismos de inteligencia para desvertebrar las bandas criminales que operan en la ciudad, pero más allá de eso lo que se evidencia en Cali es una fractura, un fracaso como sociedad.
Factores como la inequidad y exclusión se evidenciaron en el estallido social. Esa población marginada está viviendo en la ciudad de la economía ilegal, esa es la realidad que no quieren ver políticos, gremios y la élite de esta capital. Cali es una ciudad que transita en la ilegalidad y mientras esas condiciones no se modifiquen de manera estructural, los asesinatos continuarán en ascenso.

Como me lo advirtió el investigador Adalberto Sánchez, director de Cisalva, “este es un fenómeno que se ha incrustado en nuestra ciudad desde varios años atrás y no va a desaparecer de la noche a la mañana.
Eso requiere un plan, una estrategia de desarrollo y de varios años”. Pero la realidad es que si no tomamos la decisión hoy, vamos a seguir repitiendo y ampliando ese escenario de homicidios y delincuencia generalizada.
Sigue en Twitter @Gerardoquinte

Comunicador Social, egresado de la Universidad Autónoma de Occidente. Periodista por pasión y convicción. Cali, la ciudad de sus ancestros, que ama y sufre por igual. Sus escritos son la trinchera desde donde cuestiona, critica o también aplaude las buenas iniciativas. Sueña con una ciudad más justa, educada, cívica, segura e incluyente.

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