Colombia amarga
Porque es imposible no remitirse a aquellas imágenes que hace unas semanas nos indignaban de policías agrediendo a mansalva a manifestantes, o estos a su vez ensañados con agentes de esta institución. Un país que perdió el norte, que habla de nuestro
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4 de ago de 2021, 11:45 p. m.
Actualizado el 18 de may de 2023, 07:12 a. m.
Las estremecedoras imágenes que circularon en redes sociales de delincuentes en un estadio agrediendo de manera infame a un joven en el estadio El Campín, de Bogotá, nos devolvió a la cruda realidad de lo que sucede alrededor de este deporte. El video de una horda de bárbaros ingresando a una tribuna familiar dispuestos a destrozar, agredir y matar a personas con las que jamás se han topado en la vida, es perturbador.
Las falencias en la seguridad, la errada decisión de permitir el ingreso de las dos hinchadas y la increíble determinación de continuar con el partido porque prima más el negocio del Canal Win y la Dimayor que la seguridad de la gente que asistió confiada a ver un partido y no una guerra, reflejan las prioridades y los valores de esta fallida comunidad. Todo esto es solo el reflejo de la violencia que nos acorrala y se encarga de espetarnos en la cara que este país está enfermo, que se devora a sí mismo, que ni siquiera una actividad deportiva es capaz de congregarnos, de fortalecer los vínculos.
Un país acostumbrado a dirimir sus diferencias con actos violentos, ya sea a través de las palabras o de las acciones. Esa imagen de un joven vestido de verde capaz de agredir con tal saña a otro muchacho que yace inconsciente en el piso de una tribuna es tan abrumadora, tan enferma, tan agresiva, tan Colombia… Porque es imposible no remitirse a aquellas imágenes que hace unas semanas nos indignaban de policías agrediendo a mansalva a manifestantes, o estos a su vez ensañados con agentes de esta institución. Un país que perdió el norte, que habla de nuestro fracaso como sociedad, como padres, como hermanos, como integrantes de un país hermoso, pero habitado por gente fallida.
Como decía el recientemente fallecido escritor y periodista Germán Castro “este es un país que ante todo desea continuar navegando en la sangre”. Un país que no ha sido capaz de frenar cinco siglos de violencia.
Un país que cada día se desmorona más, en el que la corruptela está encriptada en todas sus esferas, que se narcotizó y que desde 1819, si se analizarán los periodos de paz entre cada guerra civil y masacre, no se lograrían ni siquiera 20 años de tranquilidad.
Entonces regresando a esos jóvenes que actúan de una manera tan criminal en un estadio se llega a la conclusión que son los hijos de esa violencia inveterada, de ese dilema que nos acorrala, de esa tristeza que nos agobia y por la que urgimos una explicación y que el filósofo e historiador Jorge Enrique Melo también reflexiona en su última obra ‘Colombia: las razones de la guerra’ al recordar que la violencia es uno de los elementos centrales de la historia del país y, al menos desde los años 80 del Siglo XX, algunos académicos y analistas han tendido a pensar que ha sido siempre un rasgo determinante de la vida colombiana. Como se lo dijo una vez el maestro Germán Castro a la periodista Lucy Libreros, “esta sigue siendo una Colombia amarga”.
Sigue en Twitter @Gerardoquinte

Comunicador Social, egresado de la Universidad Autónoma de Occidente. Periodista por pasión y convicción. Cali, la ciudad de sus ancestros, que ama y sufre por igual. Sus escritos son la trinchera desde donde cuestiona, critica o también aplaude las buenas iniciativas. Sueña con una ciudad más justa, educada, cívica, segura e incluyente.
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