Ambulancias de la muerte

En un país en el que se sospecha de todo, ni siquiera le creemos a la emergencia.

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11 de may de 2022, 11:45 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 12:40 p. m.

No es otra cosa que una gran paradoja que un vehículo destinado a salvar vidas termine provocando muerte y dolor. Lo sucedido el martes, cuando dos ambulancias chocaron mientras se desplazaban frenéticamente, es la gota que derramó el vaso.

Empresas irregulares, conductores llenos de comparendos, la guerra del centavo, es decir, por trasladar el mayor número de heridos en accidentes viales, ha convertido las calles de Cali en un reguero de muertos.

Ya nadie le cree al ulular de las ambulancias. En un país en el que se sospecha de todo, ni siquiera le creemos a la emergencia. Y eso es responsabilidad de esas empresas que convirtieron la salud en un maldito negocio. Todo por ganarse un peso de más a través de la atención por Soat. Mercaderes de la muerte es lo que son, irresponsables, jugando con el dolor de los demás. Mafias que desfilan en las calles, asustando con sus vehículos envenenados, trepándose a los andenes, pasándose semáforos, produciendo accidentes más graves de los que dicen que van a atender.

Muchas empresas de ambulancias pagan entre $50.000 y $60.000 para que les reporten un accidente de tránsito, dicen algunos taxistas. Incluso la tarifa varía, porque si el siniestro involucra fractura expuesta pagan hasta $80.000 pesos. Ahora, si la persona está entre la vida y la muerte y se necesita activar protocolos de seguridad extra en la clínica, el pago sube hasta $100.000.

O qué tal los casos en que los han sorprendido las autoridades con caletas de drogas, llevando encomiendas o transportando personas al aeropuerto. Solo producen rabia y por eso las que realmente trabajan de manera correcta se ven manchadas por las prácticas corruptas de estos irresponsables al timón.

En cualquier lugar del mundo las ambulancias son sinónimo de vida, de respeto, de atención, aquí, quién lo creyera, producen miedo, terror, desconfianza. He sido testigo de ambulancias a las que los conductores de adelante ya no les paran bolas. Están sonando su sirena y los conductores siguen como si nada. Al final nadie sabe si de verdad hay un paciente grave o el conductor de la ambulancia necesita ir a comprar el desayuno. Ese nivel de desconfianza es absurdo, pero hacia allá nos condujeron las malas prácticas de esas empresas que afectaron un servicio que era querido y, sobre todo, respetado.

El fin de semana, el alcalde Jorge Iván Ospina convocó a los representantes de esas empresas ante la muerte de un peatón arrollado por una ambulancia. Y ahora surge esta nueva tragedia. El alcalde instauró denuncia penal por el hecho, pero no será suficiente. Por eso tendrá que acudir a todos los mecanismos para lograr que estas empresas se ajusten a las reglamentaciones que se pasan por la faja. Es hora de que recuperar la salud de esas empresas, que entiendan que prestan un servicio de vida y no de muerte. La ciudad no puede seguir contando heridos y muertes por unos irresponsables más preocupados por el dinero que por salvar seres humanos.

Sigue en Twitter @Gerardoquinte

Comunicador Social, egresado de la Universidad Autónoma de Occidente. Periodista por pasión y convicción. Cali, la ciudad de sus ancestros, que ama y sufre por igual. Sus escritos son la trinchera desde donde cuestiona, critica o también aplaude las buenas iniciativas. Sueña con una ciudad más justa, educada, cívica, segura e incluyente.

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