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Preservar

Es importante que luchemos por ampliar la participación electoral en la definición de los asuntos públicos.

8 de abril de 2022 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Como nunca, Colombia está al borde de preservar su democracia. Una tradición que nos ha distinguido por más de 200 años y que ha ido perfeccionándose sin que hayan prosperado intentos por recortarla, deformarla o sustituirla. Exhibimos una tradición electoral envidiable.
A semejanza de los Estados Unidos hay una porción muy alta de nuestro electorado que se abstiene. Como que existe una confianza exagerada en la fortaleza institucional. No es así. Es importante que luchemos por ampliar la participación electoral en la definición de los asuntos públicos. Es incomprensible, por ejemplo, que en un tema como el de la paz, tan solo hubiera participado el 36% del electorado.

No existe una historia rigurosa sobre lo que ha sido la evolución de nuestro proceso electoral, no obstante, su continuidad y su relevancia. Tampoco existe un buen relato de lo que ha sido la historia de las irregularidades o manipulaciones en nuestra contabilidad electoral. Claro que en el Siglo XIX y en el XX ha habido alegatos fundamentados sobre fraudes y hay, también, ejemplos de clarificaciones contundentes que han contribuido a preservar la integridad de nuestro sistema electoral.

Infortunadamente, en los últimos años se han hecho afirmaciones sobre manipulaciones electorales que no se han demostrado. Se dice que existe un estudio muy sofisticado que hablaría de un fraude de más de dos millones de votos. Pero su autor, Manuel Castillo, no ha publicado lo que sería la investigación más detallada al respecto, según él realizada desde la Universidad de Georgetown y que contó con su orientación. A ella he hecho varias referencias en distintas columnas y, entiendo que ahora, Pedro Medellín, nuevo director de la Revista Alternativa, recogerá en una columna alusiones que he hecho a este asunto y a otras dimensiones del fraude, para mostrar así que el tema está ahí, se ha planteado, pero no se debate con el rigor y la urgencia que una cuestión de esta naturaleza exige.

Es necesario confiar en nuestro Estado de Derecho. Lo que ocurrió con la Comisión de Garantías Electorales es muy diciente. Se habló de fraude monstruoso, de golpe de Estado, de atropello electoral, y otras expresiones similares. Y en muy pocos días y luego de una sesión que contó con la participación de todos los actores políticos relevantes y de varias misiones internacionales de Observación Electoral, muy pronto se estableció que los alegatos del Pacto Histórico tenían fundamento, que los votos no se habían contabilizado apropiadamente y que las curules del senado que no habían sido asignadas, ya eran reconocidas.

Y , como por arte de magia, ae produjo un consenso político sobre la limpieza del proceso, aunque se reconocieron errores enormes y negligencias que es indispensable corregir de manera definitiva para las dos próximas elecciones, la primera y la segunda vuelta presidenciales. Gajes de una tradición jurídica muy respetable. Tradición que tiene un antecedente, tardío pero muy significativo, en la decisión del Consejo de Estado hace cuatro años que reconoció que el partido Mira había sido despojado de tres curules en el Senado. Una decisión muy tardía, que ha debido proporcionar lecciones contundentes que me parece no fueron bien tenidas en cuenta, como lo ilustra el reciente episodio.

Lo esencial es que todos los candidatos proclamen que aceptan el resultado electoral y que, si existen dudas, apelarán a los procedimientos institucionales.

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