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Para los jóvenes

El papel de la Fuerza Pública está en primer punto del orden del día. ¿Acaso un servicio militar bien remunerado?

16 de diciembre de 2022 Por: Fernando Cepeda Ulloa

El anuncio del presidente Petro de contratar 100.000 jóvenes como gestores de paz, desconcertó y dio lugar a las más diversas interpretaciones no desprovistas de suspicacias. Desde hace varios lustros se promueven acciones gubernamentales en beneficio de los jóvenes que no gozan del privilegio de estar matriculados en una institución de educación. En algún momento hubo un Viceministerio de la Juventud; el Ministerio del Deporte ha sido, también, herramienta muy eficaz y puede serlo aún más. Lo propio podría decirse del Ministerio de Cultura. Hay programas específicos como Jóvenes en Acción. Y desde el gobierno anterior los esfuerzos para ofrecer Matrícula Gratis en la educación superior, aunque todavía no tiene todo el alcance deseado. Una institución como el Sena, desde los comienzos del Frente Nacional, ha ofrecido alternativas de formación y perfeccionamiento de habilidades a cientos de jóvenes colombianos. El Icetex, también. Y programas de Becas en el exterior, Colfuturo, promovidos por el sector empresarial.

Semejante panorama sugeriría a un observador extranjero que hay una política pública en favor de la juventud. ¿Entonces? Es que el contexto requiere mucho más como es evidente. Hay varios factores que invitan a realizar una política mucho más ambiciosa. El primero y más grave, la enorme desigualdad. A mayor progreso, mayor desigualdad porque las opciones de empleo se tornan más exigentes, y más ambiciosas las expectativas de los jóvenes. No tenemos ‘gamines’ como en los años cincuenta, ni jóvenes descalzos, ni totalmente analfabetas. El desempleo de los padres o sus bajos ingresos es otro factor que agrava la situación y la precariedad de sus entornos de vida, (sí, han mejorado, hay escaleras, calles pavimentadas, teleféricos, otros medios de transporte, parques, centros culturales) pero todavía son precarios ante las enormes necesidades, que no son meramente individuales sino familiares.

Aunque el país es cada vez más rico la distribución de los recursos no es la más adecuada. Que una entidad oficial gaste millones de pesos en una fiesta navideña resulta inaceptable ante tantas necesidades insatisfechas, para no mencionar otros gastos multimillonarios.

La propuesta implica darle empleo de (casi) salario mínimo a 100.000 jóvenes, es decir, a 100.000 familias. No se ve cómo se podrían crear, 100.000 empleos de otra manera. Debería ocurrir una acción muy positiva con participación de las entidades pertinentes, con experiencia en el tema, para determinar los lineamientos de esta política pública que si se diseña correctamente despejará las suspicacias que tienen validez si no existe una buena organización, una adecuada monitoría y una mejor evaluación. No será fácil ponerle fin a una estrategia de esta naturaleza, a no ser que las circunstancias cambien radicalmente. Esa es tarea de la macroeconomía, del plan de desarrollo, de las circunstancias internacionales de la inversión extranjera. Es la integralidad de todos los factores relevantes la que permitirá poner fin a una propuesta novedosa que no podría suspenderse después de un año ni cuando se logre -ojalá- la paz total. Y como presupuesto indispensable, reducir las diversas formas del crimen organizado que no desaparecerán solamente por la eficacia feliz de esta política pública. El papel de la Fuerza Pública está en primer punto del orden del día. ¿Acaso un servicio militar bien remunerado?

El tema es: cómo construir una excelente política pública para poner en marcha esta propuesta que algunos consideran que no es tan progresista.

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