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Nunca más

Un comportamiento como el que ahora nos relatan excede cualquier concepto sobre corrupción.

6 de mayo de 2022 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Hay acontecimientos históricos que quisiéramos que jamás hubieran sucedido. El Holocausto de los judíos propiciado salvajemente por los nazis. Los horrores que se cometieron en Ruanda, o en Argentina y Chile durante períodos dictatoriales. Y ante la impotencia para deshacer lo ocurrido, la expresión que surge es: nunca más. Es decir, no pudimos impedir que sucediera. Haremos lo necesario para que tanta crueldad, tanta ignominia no se replique. ¡Jamás, nunca más!

Ante el horror de las descripciones hechas desde Ocaña, no basta con expresiones de condena e incredulidad; es necesaria una reflexión seria para asegurar que esto, ni nada parecido, jamás se repita.

Me he preguntado si esta monstruosa situación habría podido evitarse. Y me planteo cómo impedir algo parecido en otro sector de nuestra vida social.

Un comportamiento como el que ahora nos relatan excede cualquier concepto sobre corrupción. Ese concepto queda sobrepasado por la insensibilidad frente a las víctimas, sus familiares y amigos y ante la sociedad toda. No obstante, pienso, después de reflexionar y contemplar diferentes opciones, que existe una herramienta anticorrupción, para muchos la más efectiva, que podría haber ayudado a controlar a tiempo este criminal comportamiento de miembros de las Fuerzas Militares.
Esta institución debiera ser la primera en introducir la herramienta que voy a explicar a continuación.

Existe una herramienta que no se ha querido introducir en Colombia: es la así llamada ‘delación premiada’ que sirve como eficaz estrategia anticorrupción -aquí está el punto- para corregir o evitar comportamientos que deformen o envilezcan cualquier política pública en cualquier sector y naturaleza.

He escrito varias columnas sobre el tema. El texto más detallado lo publiqué en un libro de Fedesarrollo: ‘Lucha integral contra la Corrupción en Colombia’, (febrero 2018).

En efecto, si existiera una buena ley, bien concebida, sobre la ‘delación premiada’, en inglés se denomina whistleblower, el que sopla el pito, delata, denuncia. Su origen está en la guerra de Independencia de los Estados Unidos y, luego, en la Guerra Civil. Fue el presidente Lincoln quien le dio más relevancia. Por eso se llamaba ‘The Lincoln Law’.
Buscaba evitar acciones corruptas en la Fuerza Militar. Creo que si hubiera existido aquí, habría podido frenar ese comportamiento calamitoso que llevó a los falsos positivos.

Dicha ley tiene tres pilares claves: el denunciante, la denuncia y la recompensa. Los tres, indispensables. Se requiere máxima protección para el denunciante, en ocasiones hasta cambio de identidad y de país de residencia para él y su familia. Máxima protección de la denuncia. Y, muy necesaria, la recompensa debe consistir en una suma muy apreciable de dinero, no unos cuantos salarios mínimos. En ocasiones ha sobrepasado los US $100 millones.

Cuesta trabajo creer que en situaciones como las que se han revelado no haya existido un miembro de la Fuerza que hubiera denunciado, a tiempo, lo que estaba ocurriendo. Porque, finalmente, hubo una denuncia. Deformación monstruosa de política pública. Pero si no existían los elementos claves enunciados, ¿quién podría atreverse? Era exponerse a una muerte anunciada. Pero la ley no existía. Debiéramos propiciarla ya para la Fuerza Pública, de verdad y no de apariencias, para que en este sector se denuncie no sólo la corrupción sino la criminalización de una política pública que fue monstruosamente deformada. Lo propio habrá que hacer en sectores como la salud, la alimentación de los niños, la vivienda, etc. Urgente.

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