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EPM

Precisamente cuando se habla del replanteamiento del modelo neoliberal, las Empresas Públicas de Medellín lo desafiaron porque se proclamaban como antimodelo.

21 de agosto de 2020 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Precisamente cuando se habla del replanteamiento del modelo neoliberal, las Empresas Públicas de Medellín lo desafiaron porque se proclamaban como antimodelo de la tendencia que propiciaba la privatización de todas las empresas estatales, aeropuertos, puertos, aerovías, sistemas de salud y, por supuesto, la de servicios públicos: telefonía, aseo, energía, acueducto, etc. Era el consenso de Washington que se impuso al terminar la guerra fría. Era el triunfo, por fin, del capitalismo.

Las Empresas Públicas de Medellín (EPM) se colocaron en contravía y deslumbraban con un excelente gobierno corporativo y una admirable asociación con el sector empresarial. Un ejemplo para Colombia y para el mundo.

¡Oh sorpresa!, cuando el desgaste de la corriente neoliberal se viene expandiendo, la pandemia desnuda las enormes desigualdades que el modelo generaba brutalmente en sectores como el de la salud, y cuando se vuelve a hablar de la necesidad de un Estado fuerte, ágil, eficaz, el modelo que podría señalar el camino, la EPM, enfrenta preocupante crisis. Una perversa paradoja.

Entramos en una etapa en la cual el Estado y su papel se están repensando. En la cual el papel del sector empresarial también es objeto de reformulaciones: su responsabilidad fiscal, su compromiso con mejorar las condiciones sociales, con el bienestar de sus empleados y de la comunidad donde se establece. Una dimensión que, también, resultaba ejemplar en el caso de EPM y de muchas empresas antioqueñas.

Ello se hace evidente en la modernización de una ciudad innovadora como Medellín y de su entorno. Capital envidiable con un transporte público eficiente, un metro impecable, un tranvía moderno, mientras en Bogotá y otras ciudades, el tema se fue postergando y apenas comienza a ser realidad. Así de sus universidades públicas y privadas, de sus museos, centros de innovación, parques, aeropuertos. Fue capaz de superar el terrible flagelo de las drogas ilícitas.

Don Nicanor Restrepo, figura emblemática tanto del sector empresarial como del estatal, hizo de su vida un ejemplo digno de imitación. Hasta el extremo de buscar en la educación superior francesa, ya retirado de toda actividad rutinaria, un doctorado para interpretar mejor la historia de su departamento. Con austeridad desconcertante, cumplió a cabalidad ese propósito; dejó una disertación académica al respecto. Infortunadamente, su vida se esfumó tempranamente cuando su compromiso con la búsqueda de la paz no desmayaba. Hoy, ante las diferentes versiones de lo que ocurre en Antioquia, creo que su perplejidad sería enorme.

El contraste entre los diagnósticos de Germán Vargas Lleras o del exgobernador y exrector universitario Luis Pérez, con cartas de eminentes ciudadanos, invita a una evaluación transparente y creíble que nos permita aprender las lecciones de un experimento que cuesta trabajo creer que se frustró. Es que los colombianos estamos necesitados de ejemplos empresariales y ansiosos de regocijarnos con gestas como las que identificaban, con enorme distinción, a Antioquia.

Vivimos tiempos extremadamente difíciles en el mundo entero. Y en Colombia, ni se diga. Que un tema como el de Antioquia, el de sus Empresas Públicas y el de sus empresarios tan admirados, se añada a las dificultades que estamos afrontando en tantos campos, es algo indeseable.

Quiera Dios que así no sea. Antioquia tiene la capacidad, lo ha demostrado, de recuperarse y de recorrer, otra vez, el camino ejemplarizante del éxito.

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