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Encuestas

La metodología para encuestar debiera acomodarse a las nuevas circunstancias, muchas de ellas específicas de cada país y, también, específicas de cada proceso electoral. Nada fácil.

22 de diciembre de 2017 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Otra vez. Desde hace algún tiempo las encuestas no logran anticipar los resultados electorales. En otras épocas era una noticia sensacional mostrar la discrepancia entre los votos que había obtenido el ganador y lo que la encuesta había predicho. El caso más recordado es el de Truman.

Es que las circunstancias han cambiado. Ya la fidelidad de los votantes a sus partidos políticos es muy precaria. Y eso en Colombia y en buena parte de los países. Era un supuesto que ayudaba mucho a predecir. Hoy el número de votantes independientes, indecisos, es significativo y muchos reservan su decisión para último momento. Es bien probable que algunos cambien en el momento de depositar su voto.

La metodología para encuestar debiera acomodarse a las nuevas circunstancias, muchas de ellas específicas de cada país y, también, específicas de cada proceso electoral. Nada fácil.

En el Reino Unido, en Estados Unidos, en Chile, para mencionar solamente los casos más recientes, la discrepancia entre los resultados oficiales y lo que las encuestas habían proclamado es bien diferente. El análisis de las actitudes de los ciudadanos, los que dicen que van a votar, los que afirman que se abstendrán y los indecisos es, sin duda, una buena brújula para los jefes de una campaña. Y, por ello, cada candidato debe propiciar encuestas relacionadas con el estilo y el contenido de su campaña.

Guiarse por las encuestas de sus competidores o por las que se declaran de carácter general no constituye una buena idea. Siempre hay que mirarlas. Conviene evaluarlas. Compararlas. Pero lo importante es contar con sondeos de opinión propios y tan precisos como sea posible. Se deben examinar las fortalezas y las debilidades de cada estrategia. Para consolidar las primeras y corregir las segundas.

Analizar una encuesta no es tan fácil. Hay que concatenar diversas respuestas y sacar conclusiones. El mero registro de cuántos dicen ‘sí’ o ‘no’, o de quienes no se pronuncian con respecto a un tema, es un dato precario. Nada más llamativo que ver a un buen experto analizar cientos de datos y en un breve tiempo hacer las correlaciones pertinentes y señalar el camino a seguir. Rara vez vemos eso en la televisión y en otros medios.

Hemos leído bastantes encuestas en las últimas tres semanas. Es evidente la falta de coincidencia entre ellas. Los candidatos suben y bajan en cuestión de días, lo cual no es creíble. Se podría afirmar que en todas ellas hay un común denominador que dice lo siguiente: Sergio Fajardo va adelante. Gustavo Petro muestra una fuerza que no es despreciable. Iván Duque tiene variaciones muy grandes. Y el resto de los candidatos, ya reducidos a seis o siete, no ofrece mayores posibilidades de triunfo, por ahora. En general todas las candidaturas se ven débiles. A tal punto, que en algunas encuestas el voto en blanco o los indecisos, desbordan los porcentajes de cada uno de los aspirantes.

Es evidente también que aquellos que han tenido un vínculo estrecho con el Gobierno o con el Proceso de Paz, tienen una aceptación muy débil: Germán Vargas Lleras, Humberto de la Calle, Juan Carlos Pinzón, Frank Pearl, Clara López, Piedad Córdoba. La variable determinante en este proceso electoral es la del cambio. Apenas natural, después de ocho años de un mismo gobierno.

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