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El empleo en el centro

La bajísima formalidad empresarial que empieza a registrar el censo económico del Dane, y sobre la cual he insistido en innumerables ocasiones, tiene origen en la justa creencia bien arraigada de que no es posible sobrevivir en un ambiente plagado de normas y costos que conspiran contra el emprendimiento y de contera en el trabajo.

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Julián Domínguez Rivera.
Julián Domínguez Rivera. | Foto: El País.

22 de nov de 2025, 02:28 a. m.

Actualizado el 22 de nov de 2025, 02:28 a. m.

Se avecinan las campañas presidenciales y de Congreso de la República, es necesario que sus programas tengan el atractivo de soluciones trascendentes y como piedra angular el empleo, fuente básica de recursos para las familias.

Buenos programas conducirán a buena ejecución, indispensable frente al déficit fiscal gigantesco que se avecina, solo conjurable con la buena gestión de administradores públicos, probos y eficientes, poniendo en el centro el empleo.

El tema del empleo tiene múltiples aristas, hoy me refiero a tres obstáculos que deben superarse para evitar que Colombia, con medidas intrascendentes, como la reciente reforma laboral, sea una noria de buenas intenciones y bajo desempeño. Este corcho en remolino lo centrifugan la informalidad laboral cuya otra cara es la empresarial, la baja productividad y el centralismo asfixiante.

La bajísima formalidad empresarial que empieza a registrar el censo económico del Dane, y sobre la cual he insistido en innumerables ocasiones, tiene origen en la justa creencia bien arraigada de que no es posible sobrevivir en un ambiente plagado de normas y costos que conspiran contra el emprendimiento y de contera en el trabajo. Así lo denuncia en su magnífico informe de este año el Consejo Privado de Competitividad al indicar que la proliferación de normas impide la productividad, cuando dice que el Estado colombiano produce en promedio 23.8 normas diarias.

Pero también la baja productividad, que tiene, entre otras, su raíz en la deficiencia en la formación técnica y profesional que no se ajusta a las necesidades de capital humano de las empresas y a la poca sintonía con los procesos. La diferencia está en el ejemplo paradigmático según el cual para hacer el mismo proceso que en Estados Unidos emplea una persona, en nuestra región se requieren cinco, y son los mismos latinoamericanos aquí y allá. La diferencia está en la estandarización de procesos.

Y el tercer elemento conspirador es el centralismo, con sus normas y funcionarios ignorantes, verdadero torniquete que impide la circulación de bienes y servicios libremente en las regiones, impidiendo nuevos emprendimientos formales. Mientras tanto, avanzan a la vista de todos el caos alimentado por el contrabando, la corrupción y el abuso de autoridad, a la vera de la desinstitucionalización promovida aún por funcionarios públicos. Como prueba al canto, la eliminación en el presupuesto nacional de los recursos para el tren de cercanías en el Valle del Cauca, que generaría 20.000 empleos, cercenados como castigo por no votar en el Congreso proyectos de interés del gobierno.

En síntesis, el empleo de calidad depende de buenas empresas que cumplan con la ley, y quitando trámites y costos que hacen muy gravoso su funcionamiento; de técnicos y profesionales formados para el trabajo y la eficiencia desde lo local. Lo cual se ha demostrado desde las regiones que vienen avanzando en sus proyectos a pesar del cepo engorroso de un gobierno central en la bruma del despilfarro y la conflictividad.

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