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Mario Fernando Prado

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El día sin celular

Los ‘celudependientes’ se han vuelto una plaga tal que muchos han pedido que cuando les coloquen en el féretro les pongan el celu con su respectivo cargador al lado...

16 de febrero de 2024 Por: Mario Fernando Prado

Así como existe el día sin carro que sirve para despolucionar el ambiente y mejorar el aire que respiramos, así también debería existir el día sin celular que serviría para despolucionarnos la mente y mejorar nuestra salud mental.

Nadie discute que los celus se volvieron imprescindibles, porque además de reemplazar con lujo de competencia a los ya desuetos teléfonos, son relojes, linterna, calculadora, archivo, toman la presión, miden el colesterol y el azúcar, son enciclopedias, traductores simultáneos, suman, restan, multiplican y dividen, guías turísticos, te llevan a la dirección que quieres, son teatros y discotecas, tienen inteligencia artificial, son radios, grabadoras y filmadoras, entretienen y son hasta detectives. ‘Mor dicho’, lo único que les falta es cocinar y en breve manejar tu carro.

Lo anterior quiere decir que son uno de los inventos más grandiosos de la humanidad que, haciéndole buen uso, resultan la maravilla china, pero, tal como los utilizamos la mayoría de sus usuarios, se han vuelto una esclavitud tal, que dependemos de ellos a un extremo en que nos acompañan hasta al inodoro con una intensidad 24/7 al punto que ya no podemos vivir sin ellos, esclavos que nos volvimos de estos adminículos que pueden resultar hasta diabólicos.

Yo conozco una única persona que no tiene celular y nadie le cree. Sin embargo, para nada le hace falta como tampoco el reloj, que nunca se lo pone y, sin embargo, ese bicho raro lleva una vida normal, pero más relajada y sin tanto estrés. Incluso cuando se han presentado emergencias, es la primera persona que se entera y la primera persona en llegar al lugar de los acontecimientos.

En día pasado a un amigo se le murió el celular. El maldito no quiso volver a prender y como era festivo y se hallaba fuera de la ciudad, debió padecer semejante vicisitud y por poco enloquece y enloquece a los suyos. No se hallaba, iba y venía sin rumbo fijo, parecía un zombi, se le soltó el estómago, se le disparó la presión, le dio taquicardia, asmático en su ya lejana niñez, se ahogó peligrosamente; tuvo náuseas y padeció una impotencia que ni con dos viagrazos pudo endurar.

Cuando por fin abrieron la tienda, a la cual llegó a las seis de la mañana -la abren a las 9:00 a.m.- y le solucionaron el problema, me llamo y textualmente me dijo: “¡Cuervo, volví a nacer! Huelga decir que en ese lapso nada sucedió, no se acabó el mundo ni se murió ningún conocido. Ah, y además, perdió kilo y medio, que según él fue lo único bueno de este suplicio que padeció.

La ‘celudependencia’ crece cada vez más. Los ‘celudependientes’ se han vuelto una plaga tal que muchos han pedido que cuando les coloquen en el féretro les pongan el celu con su respectivo cargador al lado para que puedan bajar tranquilos al sepulcro.

Por todo lo anterior es que propongo el día sin celular. Así podremos verle la cara a los amigos, mirar el paisaje, respirar sin sobresaltos, escuchar el trino de los pájaros, redescubrir la belleza de los cielos, caminar tranquilos, dialogar libremente, hablar de corrido, cantar y bailar, nadar, tirar y orar con devoción. ‘Mor dicho’, volver a vivir. ¿Estamos?

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