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Sexo en el aula

Se debe respetar la elección de a quién amar, independiente del género, pero es pertinente también cuidarse de no incomodar a quienes no aceptan las expresiones afectivas.

14 de septiembre de 2018 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

Me considero una persona abierta en mi visión de la vida. En religión, asuntos étnicos, de género, he compartido y defendido posiciones que son desafiantes para muchos de mis amigos. Si bien es cierto, abogo por valores fundamentales de la convivencia y la ética, soy liberal en muchos aspectos, como en aquellos que tienen que ver con los sentimientos y las relaciones afectivas.

Se debe respetar la elección de a quién amar, independiente del género, pero es pertinente también cuidarse de no incomodar a quienes no aceptan las expresiones afectivas. Se debe medir el momento y el lugar. Hay sitios, ocasiones, generaciones, que ameritan que preveamos nuestro comportamiento como pareja, e incluso en solitario, pues no solo se ofende a los demás con los actos en pareja.

Uno de esos sitios respetables, en mi sentir, son los colegios. El recuerdo del mío, es el de un templo del conocimiento. Me inspiraban respeto en grado sumo el rector, los profesores, pero también los estudiantes de todas las generaciones, especialmente los niños, que asimilaban los valores y los errores de los cursos precedentes.

Por lo que representa el colegio en la formación de la juventud, me parece que es un espacio que tiene que ser preservado en su ambiente de formación ética e intelectual, lo que riñe con la sentencia constitucional de obligar a un establecimiento educativo a reintegrar una pareja de estudiantes que estaban teniendo sexo en un salón, ellos fueron filmados por un superior y expulsados.

Los argumentos son de un formalismo jurídico extremo que riñen con el espíritu de la ley. Por ejemplo, que como el manual de convivencia no contemplaba actos como este, la expulsión no procedía, como si la casuística fuera un imperativo y no la interpretación de la ley, el espíritu de la educación y el comportamiento esperado de los estudiantes.

El “derecho a la intimidad sexual de los estudiantes”, respetable obviamente, ignoró también los deberes que todos tenemos de un comportamiento adecuado que no moleste ni maleduque a los demás. Por ello es imposible compartir la expresión “hace parte de la esfera íntima de la persona y no afecta a terceros”.

Si bien es cierto, la Corte ha sido vehemente en destacar que este fue un caso particular, estoy seguro que esta práctica se volverá retadora para muchos jóvenes, esta sentencia será jurisprudencia para los abogados en todo el país y las directivas de los colegios deberán hacer volar la imaginación para tipificar en su manual de convivencia todas las prácticas que la febril imaginación admita. No hay derecho.

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