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Plácido y los gallos

La revisión de las conductas de los personajes famosos está llegando a extremos impensables. Ahora el turno le toca al tenor Plácido Domingo.

20 de septiembre de 2019 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

La revisión de las conductas de los personajes famosos está llegando a extremos impensables. Ahora el turno le toca al tenor Plácido Domingo, señalado por varias damas de honrar su nombre y atreverse a tocamientos inadecuados, miradas ganosas y llamadas nocturnas.

En esta columna he fijado posición frente a lo aberrante que es el abuso de poder para acceder íntimamente a otra persona. Lo del productor de cine Harvey Weinstein, por ejemplo, fue asqueante. Sin embargo, cuando leo las declaraciones de compañeras de trabajo de Plácido defendiendo su calidad humana y profesional creo que estamos llegando a unos extremos peligrosos.

Si seguimos como vamos, la seducción va a terminar. ¿Quién no ha mirado con curiosidad, e incluso con imaginación, el pecho de la mujer que nos gusta? Y nos han pillado mirando, con pena pero nos han cogido con la mirada infraganti. Nos ha pasado lo contrario: las hemos visto a ellas mirando el sur de nuestra hebilla, y nosotros lejos de pensar que es una agresión. Al contrario, esas miradas manejadas con sutileza pueden ser la cuota inicial de una relación más cercana.

¿Y ahora es condenable una llamada nocturna? ¿Algo más delicioso que un mensaje al amanecer, la dedicatoria de una canción en una noche inspirada o una llamada de adolescentes en la madurez? Pues ahora eso es transgresión del Código Penal.

Otro: como vamos, los besos no se volverán a dar sino a solicitar. ¡Que oso! Me recuerda a un culto señor bogotano que cuentan que en la noche de bodas le preguntó a su recién casada: “Usted me permite el honor de convertirla de señorita en señora?”. ¡Horror! Dios nos libre de la perdida de autenticidad, pero parece que hacia allá vamos.

Esto lo reafirman las integrantes del grupo español ‘Almas veganas’ quienes se han hecho famosas en la defensa de las gallinas, argumentando que los gallos son unos violadores, que los huevos son de ellas y ellos unos intrusos. Por eso proponen que gallos y gallinas estén separados.

Me gustaría que un especialista en comportamiento animal, le preguntara a las gallinas si están de acuerdo con la medida. Seguramente estas contestarán que no les choca la compañía del gallo, pero les incomoda la sorpresa; la falta de juegos previos y la corta duración del arrunche. Pero que superadas estas recomendaciones, con los gallos vendrán muchos plácidos domingos.

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