La infamia del regateo

Pasan por mi mente los infelices que regatean con la pobre vendedora de chontaduros o de aguacates y peor aún, se jactan de cómo lograron recibir tres por el precio de dos.

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5 de nov de 2021, 11:45 p. m.

Actualizado el 18 de may de 2023, 07:28 a. m.

Hace algunos días leí el llamado angustioso de un emprendedor local pidiendo consideración sobre el vicio exagerado que tenemos de pedirles rebajas inclementes a quienes están empezando con sus productos y servicios. Otro empresario nuestro recordó su viacrucis cada que alguien conocido va a su empresa y al final le pregunta “¿Y qué precio me das para los amigos?” El empresario se cuestionaba, ¿no debería ser al contrario? Un buen amigo apoya a los emprendedores conocidos y no abusa de la etapa naciente o crítica de los negocios de sus allegados.

Pasan por mi mente los infelices que regatean con la pobre vendedora de chontaduros o de aguacates y peor aún, se jactan de cómo lograron recibir tres por el precio de dos. ¡Qué sagaz negociante! Le quitó tres mil pesos a la tumaqueña, a esa señora que forma parte del segmento de los más pobres, aquellos que tienen ingresos inferiores a $400 mil mensuales, cifra que no cabe en nuestra mente cómo logran sostener una familia con esa plata.

Ese mismo habilidoso empresario pide descuento al lustrabotas por volumen al pedirle que ‘embole’ varios pares y goza cuando el cuidador de carros no alcanza a llegar porque está cobrando a otro de los conductores. Y prefiero no detenerme en los pintores, músicos, artistas en general, quienes ven afectado no solo su mínimo de supervivencia sino que tienen que soportar las opiniones indolentes de quienes ponen en tela de juicio su obra, lastimando su autoestima, solo para ganar unos pesos.

Pero lo más triste es que ese astuto vampiro de los necesitados no se intimida cuando en sus vacaciones en Miami paga en el restaurante 100 dólares por cabeza y la propina para el mesero es del 20%. Cada vez que uno de nuestros pobres o de nuestros emprendedores accede forzosamente a la negociación de la rebaja, no hay felicidad por la venta, realmente siente dolor por la explotación. Él sabe, así sea en otros términos, que tiene que generar caja de subsistencia así su estado de pérdidas y ganancias esté en retroceso por culpa de los malos negocios a los que lo lleva la angustia de vender.

El campante comprador, feliz de ser candidato al programa de los inversionistas tiburones de la televisión, se pasea ‘inteligente’ por la vida sin pensar en que sus negociaciones multiplican la pobreza y el resentimiento, que podrán hacer que sus hijos no disfruten de su mismo bienestar, porque las naciones exitosas se construyen es sobre la solidaridad y el crecimiento colectivo de las sociedades. Las otras, las del individualismo y el egoísmo, no garantizan la estabilidad ni la paz.

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