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La agresión a la Fuerza Pública

Las fotos recientes rayan entre la prudencia excesiva y la humillación. En otras es el desafío constante de palabra y obra contra nuestro Ejército, olvidando el terreno riesgoso en el que ellos permanente transitan...

3 de mayo de 2019 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

No hay mes en el que no recibamos un video que registre agresiones contra nuestras Fuerzas Armadas y autoridades. Unas veces es la arremetida feroz contra el Esmad, ya porque están defendiendo el legítimo derecho a la propiedad privada ignorado por invasores; otras veces es protegiendo los comerciantes, las viviendas o sencillamente el derecho a caminar libremente que tenemos los ciudadanos.

Las fotos recientes rayan entre la prudencia excesiva y la humillación. En otras es el desafío constante de palabra y obra contra nuestro Ejército, olvidando el terreno riesgoso en el que ellos permanente transitan: los transformamos en héroes cuando llegan en ataúdes envueltos en banderas; les decimos ingenuos, débiles y desinformados si se dejan secuestrar o intimidar, y lo más triste, los convertimos en criminales cuando ellos se anticipan a las emboscadas y defienden su vida y las instituciones.

Los procesos jurídicos contra los uniformados, sin dinero y frente a la embestida brutal de perversas maquinarias montadas para hundirlos, son onerosas y solitarias. He conocido en las aulas de especialización a oficiales que no cuentan con recursos para atender su justa defensa. Con tristeza se organizan colectas para ayudarles a atender con dignidad la protección de su nombre, su libertad y el contacto con los suyos. No hay razón a que allá haya que llegar.

De esta serie de agresiones no se salvan hoy ni los guardias bachilleres ni los patrulleros en la más simple de las diligencias. Agredirlos se está volviendo un deporte nacional, pero este es el más cercano a una ruleta rusa. Un Estado que ofende su autoridad, que la manosea y la menosprecia, está condenado a aceptar la ley del más fuerte, al oprobio de los poderosos, al reinado de los violentos.

En medio de tanta violencia contra las autoridades hay una luz de dignidad nacional: los adultos mayores que han salido a atravesarse entre los violentos y las Fuerzas Armadas atacadas. ¡Cómo me ha conmovido eso! Que sean abuelos, quienes aparentemente no tendrían mucho por defender, quienes se convierten en escudos humanos en defensa de nuestra Fuerza Pública.

¿Qué sentir? Orgullo por la entereza de esos viejos valientes o pena por la cobardía colectiva de los demás, espectadores de cómo masacran a quienes defienden nuestra vida y lo poco que tenemos. Debemos asumir posiciones y actuar antes que sea tarde.

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