El testigo

Lo más doloroso es lo cercana que es esta guerra y lo lejana que a algunos les parece porque no son sus hijos quienes irán al frente.

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13 de sept de 2019, 11:45 p. m.

Actualizado el 19 de may de 2023, 05:49 a. m.

Mientras recorría la exposición del fotógrafo y periodista Jesús Abad Colorado en el Museo La Tertulia, me impactó la cantidad de gente joven, pero simultáneamente su silencio. Esa oquedad tan escasa en los muchachos quienes todo lo llenan con sus risas y comentarios.

Pero lo que estaba frente a todos no eran obras de arte, ni performances innovadores, era el horror de nuestra guerra. Algunas fotos nos recordaban las de Vietnam, con niños ojirasgados que desnudos huían llorando del Napalm y del fuego en medio de los arrozales. La diferencia es que los rostros lacerantes de la exposición de Abad son los de nuestros campesinos, negros, mestizos o paisas ojiclaros, pero en cualquier caso, los nuestros, con las mismas raíces y nacionalidad.

Los nombres de los sitios bajo cada foto, son la geografía de la ignominia y la desventura por cuenta de los actores armados: Machuca, Bojayá, Dabeiba, Mapiripán, Mutatá, Vigía del Fuerte, nombres que aparecieron en nuestros mapas por cuenta de la tragedia que ha vivido el país por décadas.

Abad era el primer periodista en llegar allí para narrar con su cámara la novela de dolor que muchos se empecinan en perpetuar. Con un gran respeto por las víctimas, su cámara registra la tristeza del indígena que perdió a los suyos o la mirada de los huérfanos mirando al cielo, buscando una explicación divina a su desgracia.

También está el drama de los desplazados, el de los hijos de la guerra que llegan a la ciudad; el de la naturaleza herida: bosques quemados para que el enemigo no se camufle; las madres que con carteles pero sin perder la esperanza, llevan años buscando sus hijos, o al menos sus cenizas.

Lo más doloroso es lo cercana que es esta guerra y lo lejana que a algunos les parece porque no son sus hijos quienes irán al frente.

Ir a La Tertulia estos días debería ser obligatorio para sensibilizarnos sobre lo vivido y lo que nos falta. Cada foto es una cicatriz de la patria, una bofetada a nuestra indiferencia. La obra de Abad no es una arenga mamerta; vi a Usaid, el organismo de la embajada de Estados Unidos, entre los patrocinadores.

La semana próxima Abad recibirá en Bogotá el Premio Gabo a la Excelencia, uno de los más altos reconocimientos a un periodista, por su aporte a la paz, desde el doloroso lente de nuestra guerra.

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