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El costo de la indiferencia

Esa indiferencia frente a la política y a los riesgos de gobernantes de esa línea, se pagan muy caro.

15 de abril de 2022 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

Hace varios años, estando yo de presidente de una cadena hotelera colombiana, recibí llamada de unos prestigiosos empresarios venezolanos quienes querían incursionar en hotelería, al lado de sus centros comerciales. Querían entender el negocio y eventualmente una alianza. Viajé entonces a Caracas y dos días después lo hicimos a Isla Margarita donde los empresarios estaban inaugurando un ‘mall’ y tenían un lote en el cual podrían desarrollar un hotel colindante. Ese viaje lo hicimos en su jet y recuerdo que, en mi curiosidad por la situación política y las primeras medidas de Chávez en ese entonces, les pregunté por su relación con el mandatario ‘bolivariano’. Jamás olvidaré la respuesta sonriente de nuestra anfitriona: “¿Sabes qué? Huele rico”. Me quedó claro, estaban asimilando el régimen; le estaban buscando ‘la comba al palo’ identificando al menos, los pocos filones positivos de una dictadura, así fuera la loción del dictador. Hicimos la alianza por unos pocos años y les perdí la pista posteriormente.

Muchos años después viví otro episodio con empresarios venezolanos. Trabajaba yo en un fondo de inversiones en hotelería, liderado por un empresario venezolano. En mi primera visita a su oficina en Brickell, en Miami, me impactó la bella vista sobre la bahía desde un piso alto, pero más aún, una estatua caricaturesca de unos 50 centímetros de Hugo Chávez. Cuando le pregunté por qué la tenía, me contestó “mamadera de gallo, Eduar”. Le repuse que no me imaginaba la oficina de un empresario colombiano con una estatua del ‘Mono Jojoy’ o de ‘Tirofijo’. Me insistió “¡Mamadera de gallo, viejo!”.

Con este último hicimos una operación interesante en Cartagena, pero sus inversiones venezolanas fracasaron por la situación política de ese país. Sobre el primer caso, el de la familia inversionista en los centros comerciales, leí esta semana en El País de España: “El chavismo devuelve a sus dueños un centro comercial expropiado poco antes de su inauguración”. Me entero con tristeza que Chávez en 2008 dijo textualmente “Vamos a expropiar ese centro comercial y a convertirlo en una clínica, no sé, en una escuela, en una universidad”. Y así con la arrogancia de un dictador comunista se cerró un centro comercial en el cual iban a trabajar 3500 personas y como dice el mismo diario español “se convirtió en centro de refugiados y guarida de indigentes”.
Esa indiferencia frente a la política y a los riesgos de gobernantes de esa línea, se pagan muy caro. Cuánto quisiera que experiencias como estas nos abrieran los ojos y nos eviten la debacle colombiana.

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