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¡Ah, bella esta vieja!

Le ha sabido a cacho al presidente Duque la expresión “la vieja está diciendo que dónde estaba yo”, para referirse a la vocera de la oposición Aída Avella, quien hacía su discurso desde el Capitolio el 20 de julio.

24 de julio de 2020 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

Le ha sabido a cacho al presidente Duque la expresión “la vieja está diciendo que dónde estaba yo”, para referirse a la vocera de la oposición Aída Avella, quien hacía su discurso desde el Capitolio el 20 de julio.

Lo cierto es que pocas palabras tienen más enfoques que ‘vieja’. Desde mi época de bachillerato, nos referíamos a ‘las viejas del salón’ para exaltar las notorias condiciones de nuestras compañeras adolescentes y lamentarnos de su indiferencia pues preferían a los mayores o a los de otros colegios.

También usamos la palabra para destacar un portento de mujer ‘¡qué vieja tan buena!’ y sabemos que no es por la madre Teresa de Calcuta sino por Laura Acuña, o incluso se usa para connotaciones erótico picarescas ‘¡tengo una viejita para este viernes!’ y a nadie se le ocurre pensar que va a sacar a la abuelita a chupar paleta sino a otros menesteres y con otra temperatura.

Es sinónimo de admiración: ‘Es una vieja fuera de serie’ para referirnos por ejemplo a Michelle Obama. Tiene también un contenido de ternura cuando lo usamos en nuestros mayores, hoy encerrados: ‘Voy a ver a mi vieja’, dice quien visita a su madre y esta no se molesta porque le dedican la canción ‘Mamá vieja’ el día de su cumpleaños. De pronto bosteza con la melodía, pero no protesta.

Como vemos, el peligro de usar ‘vieja’ no es tanto por el sustantivo sino por el adjetivo que la acompañe o el tonito que se emplee. Un caso de uso múltiple de la palabreja es: “La vicepresidenta Marta Lucía Ramírez siempre me ha parecido una vieja atractiva, incluso fue modelo: sin duda es una vieja valiosa, estudiosa, exitosa en todos los cargos por donde pasa, pero ¡qué vaina! que en este gobierno la suerte no la ha acompañado y a esta vieja no le ha salido ni una con el presidente Duque. Pero ella se recuperará”.

Lo grave es que el Presidente con su mención del lunes, no tiene muchas disculpas. Si la oradora hubiera sido por ejemplo Catalina Ortiz, diría que destacó sus múltiples cualidades, pero acá no era fácil. Es más, si el Presidente hubiera usado el apellido de Aída diciendo “esa vieja Avella está diciendo que dónde estoy”, sus defensores podrían argumentar que dijo “esa vieja bella”, pero para ser francos no le hubiéramos creído, ni siquiera porque al final en vez del himno nacional hubieran puesto a Los Visconti a cantar ‘mamá vieja’.

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