Doble infamia

Fue un sábado negro hace exactamente dos años al final de la festividad judía de los tabernáculos. A la madrugada de ese día, tras lanzar centenares de misiles a diversas poblaciones de Israel, unos tres mil terroristas de Hamás cruzaron la frontera de Gaza rompiendo la valla de separación, llegaron a las poblaciones aledañas y masacraron a cuantos se les atravesaron. Familias enteras asesinadas en sus hogares, mujeres violadas, centenares de jóvenes participantes en un festival de música acribillados a quemarropa y 250 seres humanos secuestrados, arrastrados a Gaza, de los cuales 48 aún permanecen en cautiverio dos años después. En total 1200 muertos, la peor matanza de judíos desde el Holocausto.

El mundo fue testigo de una masacre de un nivel de salvajismo y sevicia pocas veces vistos en la historia reciente. Días después de la matanza, uno de los líderes de Hamás afirmó que ese era solo el comienzo, que vendrían más ‘sietes’ de octubre, hasta la eliminación del ‘ente sionista’ de la faz de la tierra.

A Israel no le quedó más alternativa que erradicar el peligro que representa esa organización, cuya carta fundacional estipula de manera clara e inequívoca la destrucción del Estado judío. La guerra ha sido una tragedia, tanto para Israel como para los palestinos residentes en Gaza, quienes son usados por Hamás como escudos humanos. No hay que olvidar ni por un momento que Israel no quiso ni inició esta guerra.

Los millones de dólares que Hamás, gobierno ilegítimo de Gaza tras expulsar a la Autoridad Palestina en 2007, ha recibido del exterior, especialmente de Qatar, los ha invertido en construcción de túneles y compra y fabricación de cohetes y armamento. Esta organización ha convertido mezquitas, hospitales, escuelas y barrios residenciales en sus guaridas desde donde ataca a Israel. Para Hamás, las víctimas civiles son parte de su propaganda, la savia de la cual se alimenta, cuanto más numerosas, mejor.

No se puede olvidar que, en el transcurso de estos dos años, Israel fue atacada simultáneamente y sin provocación alguna, desde Líbano por Hezbollah, desde Yemen por los Houties, desde Siria e Irak por milicias shiitas y desde Irán, la cabeza del entramado, en dos ocasiones el año anterior. Israel les asestó a Irán y sus proxis un fuerte golpe que, sin embargo, no los ha hecho desistir de sus intenciones de borrar a Israel del mapa.

El 7 de octubre de 2023 marca un antes y un después en la historia del pueblo judío. Un día que será recordado por generaciones por la sangre derramada. Los secuestrados y la destrucción, un día infame.

La segunda infamia ocurrió el día de ayer cuando se llevaron a cabo manifestaciones ‘pro-palestinas’ en algunos lugares del planeta, así como en nuestro país, convocadas entre otras por el gobierno nacional. Dichas protestas tenían por objeto, entre otras, celebrar la masacre del 7 de octubre de 2023, celebrar el asesinato indiscriminado de hombres, mujeres, niños y ancianos únicamente por ser judíos, como un acto sublime en la ‘liberación de Palestina’.

Una infamia que no surge en un vacío, sino que es producto del antisemitismo que se ha disparado desde el 7 de octubre y que ha tenido escenarios violentos y letales. En esas marchas en las que ondean ‘esa bandera’ lo que se ha visto es odio puro y duro contra Israel y los judíos, pocas veces un llamado a la convivencia pacifica entre los dos pueblos.

El día de ayer será recordado por esa doble infamia.