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Y la clase media, qué

Al contrario de lo que decía Pambelé, en Colombia parece ser mejor ser pobre que de clase media.

8 de noviembre de 2018 Por: Diego Martínez Lloreda

Los flemáticos analistas económicos despellejaron la llamada Ley de Financiamiento y pusieron el grito en el cielo por los efectos que tendrá, en especial la extensión del IVA a toda la canasta familiar, sobre los más pobres.

Muy bien que se alerte sobre el impacto que puede tener ese tipo de medidas en las clases populares. Pero muy mal que nunca se tenga en cuenta el golpe que esas reformas implican para nuestra vapuleada clase media.

Y es que, al contrario de lo que decía Pambelé, en Colombia parece ser mejor ser pobre que de clase media.

No exagero: todas las ayudas del Estado están orientadas a los sectores populares. Ellos tienen Sisbén, sin duda la mayor conquista del pueblo colombiano en siglos. Entre otras cosas, el Sisbén garantiza cubrimiento total en salud al beneficiado. Y al gratín.

A quienes pertenecen a los estratos uno y dos les dan casas gratis, como hizo el gobierno Santos; o les subsidian buena parte de su vivienda. Y también les subsidian los servicios públicos.

Además, a los dos y medio millones de hogares que pertenecen a Familias en Acción les entregan un jugoso subsidio en metálico. Como si fuera poco, la educación básica de sus hijos les sale gratis. Hasta la alimentación se la suministran sin costo a los alumnos pequeños. Cuando no se la roban, claro.

Y, cómo no, el Gobierno ya pensó en cómo mitigar a los más pobres los efectos de la aplicación del IVA a la canasta familiar: les dará un subsidio de alrededor de 50.000 mensuales.

Pocos Estados son tan generosos con las clases populares. Lo que está bien. Lo que está muy mal, insisto, es que aquí nadie piense en la clase media.

A esos hogares que tienen ingresos entre los dos y los cuatro millones de pesos nadie los ayuda. Les toca defenderse solitos. Ellos no tienen acceso al Sisbén, con lo cual les toca someterse a la dictadura de las EPS.

La vivienda la tienen que sufragar de su bolsillo, lo mismo que la educación de los hijos porque, como esta es una franja aspiracional, quieren que sus descendientes puedan estar en un colegio privado, sobre todo por el aprendizaje de los idiomas.

Y los servicios los tienen que pagar a tarifa plena. Además, si quieren tener su ‘pichirilo’, les toca endeudarse.

De hecho, como tienen acceso al crédito, todo lo compran al debe. Y se la pasan endeudados hasta el cuello. Y sometidos al peor estrés, con lo cual muchos tienen que acudir a un sicólogo, que tampoco pagan las EPS.

Quienes pertenecen a la clase media viven en el peor de los mundos. No son lo suficientemente pobres como para que el Estado les tienda la mano, ni lo suficientemente ricos como para comprar de contado y vivir tranquilos.

Y sin embargo son la franja más importante de la economía porque son los que más consumen. Ojalá algún día los políticos de este país se decidan a pensar en la clase media. Si no lo hacen por su importancia, que lo hagan por conveniencia, pues la clase media también es la que elige los gobernantes.

Cali es clara muestra de ello. Aquí se pensaba que los alcaldes los elegía Aguablanca, pero las dos últimas elecciones mostraron que quien inclina la balanza es, precisamente, la medianía.

Y es natural, el voto de esa clase es independiente, porque quienes la integran son profesionales con criterio. Que no venden su voto por un tamal.

Un dato adicional: la clase media es la que hace las revoluciones. Ojo, políticos, si no le paran bolas a la clase media por lucidez, háganlo por miedo.

Sigue en Twitter @dimartillo

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