El pais
SUSCRÍBETE

Sí, renuncio

Que a uno lo califiquen de racista por pedir que se respete la propiedad privada y no se viole la ley es ridículo.

22 de octubre de 2020 Por: Vicky Perea García

Los bogotanos quedaron ‘matados’ con la minga indígena. Les parecieron divinos esos seres vestidos con sus ropas ancestrales, que desfilaron pacíficamente, vigilados por la guardia indígena y que hablaban de salvar a la madre tierra y de paz y amor.

La verdad es que los indígenas se portaron de forma impecable. Ni pendejos que fueran. Ellos sabían que estaban en la vitrina nacional y tenían que lucirse. La minga fue una muy calculada operación de imagen y de relaciones públicas que, no se puede negar, les salió bien.

Y es que esas comunidades tienen cosas muy valiosas. Sobre todo su organización y cohesión, que les han permitido alcanzar grandes conquistas, para una minoría tan reducida.

Uno de sus mayores logros es que, a pesar de constituir solo el 4,31% de la población colombiana, son dueños del 27,6% de la tierra rural que existe en el país.

Eso lo han logrado a punta de paros, de cierres de la carretera Panamericana y de mingas no tan pacíficas como la que hicieron en Bogotá.

Y es que los indígenas tienen una cara muy diferente a la que mostraron en Bogotá, y que sí exhiben con mucha frecuencia por estos lares.

Desde hace años, miembros de esa comunidad se han propuesto adueñarse de los mejores predios del Cauca que tienen unos dueños legítimos, cuya propiedad es reconocida por la ley.

Esta situación ha sido denunciada en forma repetida por gremios tan respetables como el Consejo Gremial y Empresarial del Cauca, la Sociedad de Agricultores y Ganaderos del Cauca y del Valle del Cauca, Asocaña y Procaña.

Uno de los episodios más delicados ocurrió en mayo pasado, en plena pandemia: un grupo de militares y policías que intentaban impedir que los indígenas quemaran los cultivos de caña e invadieran a sangre y fuego la hacienda La Emperatriz, ubicada en el municipio de Caloto, fueron secuestrados por más de cinco horas.

En ese momento, el senador Gabriel Velasco, en su cuenta de Twitter, condenó “los actos violentos de los indígenas del Cauca, quienes han alterado el orden y violan la ley. No les basta quemar casas, cultivos, invadir y poner en riesgo a la comunidad; ahora secuestran militares”.

Días antes del caso del secuestro de los militares, hubo un ataque con explosivos perpetrado por comunidades indígenas en la hacienda Oasis, también en Caloto, en el que murió una persona y dos más resultaron heridas. Asimismo, por esa época hubo un ingreso abrupto de un número indeterminado de indígenas a la hacienda El Chimán, en el municipio de Guachené.

Este tipo de episodios se repiten mes tras mes y los caucanos tienen que PADECERLOS con estoicismo.

Ni yo, ni el senador Velasco, ni los gremios, denunciamos estos hechos violentos porque quienes los protagonizan sean indígenas. Si quienes estuvieran detrás de ellos fueran unos vikingos, procederíamos igual.

Que a uno lo califiquen de racista por pedir que se respete la propiedad privada y no se viole la ley es ridículo.

Y al alcalde Jorge Iván Ospina, quien en un acto impropio de un verdadero demócrata, me pidió la renuncia por denunciar estos atropellos, le contesto que sí, que renuncio, pero a quedarme callado ante los violentos, los corruptos y la extralimitación en sus funciones de mandatarios que creen que estar en ese cargo les da la potestad para tratar a todos los caleños como si fueran sus subalternos y los recursos públicos como si fueran de su propiedad.

Sigue en Twitter @dimartillo

AHORA EN Diego Martinez Lloreda