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¿Estamos locos?

Crisis económica, guerra en el campo e inseguridad en la ciudad. Eso fue lo que los colombianos padecimos en el 2017. Con lo cual, lo normal es que haya desazón general. Locos estaríamos si, con semejante panorama, anduviéramos echando las campanas al vuelo.

29 de diciembre de 2017 Por: Diego Martínez Lloreda

“Colombia tiene una enfermedad, una enfermedad mental, que solamente le permite ver las noticias malas y no apreciar las noticias buenas”.

El que dijo eso no está loco. O al menos no le han diagnosticado patología mental alguna. La aseveración la hizo el presidente Juan Manuel Santos, pero su autor original fue el siquiatra Rodrigo Córdoba, que la manifestó en entrevista a un diario capitalino.

Santos agregó que un profesor de Harvard ya le había advertido que “Colombia es una sociedad traumatizada, porque ninguna sociedad que viva tantos años de violencia puede dejar de tener ese trauma que es una enfermedad que le va a costar a usted muchísimo porque la gente no va a apreciar que es mejor vivir en paz que vivir en guerra”. Y ahí es donde el Presidente pela el cobre. Lo que hay detrás de tan insólito diagnóstico es la frustración que le produce a Santos ser un gobernante tan impopular, a pesar de haber firmado la paz con las Farc.

Para el Mandatario semejante ingratitud sólo se puede explicar por una enajenación colectiva. “Estos colombianos están chiflis. Cómo no van a adorarme, ¡Si yo firmé la paz con las Farc!”, debe ser lo que se está diciendo el hombre para sus adentros. Y para sus afueras. Pues, con todo respeto con este aprendiz de siquiatra, me atrevo a decirle que locos estaríamos los colombianos si estuviéramos felices con la situación del país.

No es que desconozcamos el valor que tiene haber firmado la paz con la mayor guerrilla de este país. Yo, al menos no lo desconozco. Lo que pasa es que ese logro no atenúa la terrible realidad que le ha tocado vivir a los colombianos este año.

Por el lado económico la cosa estuvo fatal. Comenzando por la absurda reforma tributaria que hizo frenar en seco los débiles síntomas de recuperación que comenzaban a asomar. El aumento en tres puntos del IVA fue un torpedo contra el consumo, que al final es el motor de cualquier economía.

La supuesta finalidad de esa reforma, que era equilibrar las finanzas para que las calificadoras de riesgo no nos fueran a bajar la calificación, no se cumplió: hace unos días Standard and Poor’s, una de las calificadoras más importantes, nos bajó de nivel.

Y con razón. Ni esas calificadoras, ni las mayoría de los colombianos, entendemos por qué cada vez que se piensa en cuadrar las cuentas del Estado, se le carga la mano al pueblo, incrementando los impuestos. Cuándo será que esas cuentas se cuadran, aprentándole el cinturón a este Estado derrochón que gasta millonadas en los fabulosos salarios de los senadores, magistrados y otros altos funcionarios y en entidades inútiles como las contralorías, procuradurías, personerías y demás ‘ías’.

Pero no solo el año económico fue horrible. La gran promesa tras el acuerdo con las Farc no se cumplió. La guerra persiste en muchas zonas del país donde las disidencias de las Farc, el ELN y las bandas criminales se disputan el negocio del narcotráfico.

Y, para completar, en las ciudades se vive una inseguridad galopante, con los delitos de alto impacto disparados y el ciudadano indefenso ante esa arremetida de los hampones.

Crisis económica, guerra en el campo e inseguridad en la ciudad. Eso fue lo que los colombianos padecimos en el 2017. Con lo cual, lo normal es que haya desazón general. Locos estaríamos si, con semejante panorama, anduviéramos echando las campanas al vuelo.

Sigue en Twitter @dimartillo

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