El calvario de Centenario

El objetivo con los habitantes de la calle no puede ser que se esfumen sino que se recuperen. Entre otras cosas porque nadie está exento de caer en ese infierno.

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17 de may de 2018, 11:55 p. m.

Actualizado el 21 de abr de 2023, 05:49 p. m.

“No son habitantes de la calle, son los dueños de la calle. A todos deberían arrestarlos y llevarlos a trabajar a una colonia, bien lejos, en los llanos”.

Este mensaje, que me envió un abogado de ilustres apellidos bogotanos, refleja la intolerancia que existe frente al tema de los habitantes de la calle.

Lo primero que debería tener claro el ilustre jurista que me remitió el mensaje es que vivir en la calle no es, en sí mismo, un delito. Por tanto la solución al problema de los indigentes no puede ser arrestarlos.

Y con la propuesta de enviarlos a una colonia lo que muestra el abogado es que no le preocupa para nada el drama que se esconde detrás de estos seres humanos y lo que le molesta es que los indigentes le están dañando el paisaje a su entorno.

Muestras de intolerancia semejantes se han visto en algunos sectores de Cali, como el barrio Centenario, en donde al parecer últimamente ha aumentado la presencia de habitantes de la calle. Algunos residentes de ese sector consideran que la creciente presencia de esta población está convirtiendo a su barrio en un nuevo Calvario.

Aunque la cosa no es para tanto, es entendible la molestia de los moradores de este tradicional sector con la inseguridad que han traído los indigentes, que además de que roban los espejos y otros accesorios de los carros, se la pasan consumiendo droga. Y, para completar, hacen sus necesidades en los andenes y antejardines de las casas.

El espectáculo de verdad no es agradable, por eso, insisto, entiendo el disgusto de quienes viven en Centenario.

Lo que me parece es que no han canalizado bien esa molestia. Su desesperación los ha llevado a casar peleas con la gente de la Secretaría de Bienestar Social y a hostilizar a los indigentes.

Ese no es el camino. En lugar de pelear con los funcionarios deberían conocer los proyectos que adelantan para mitigar esa problemática. Y pedir que en esos proyectos se incluya a los indigentes que merodean por el barrio.

Tuve la oportunidad, por ejemplo, de conocer el ‘dispositivo móvil de atención al habitante de calle’ que no es otra cosa que un bus en el que la Secretaría, con el apoyo de la fundación Samaritanos de la Calle, atiende cada día entre 40 y 50 personas.

Allí los indigentes se pueden bañar, se les suministra ropa limpia y se les presta una atención básica en salud y hasta pueden hacer sicoterapia. Y como ‘premio’ se les ofrece una buena alimentación. Conmueve ver cómo llegan esas personas al bus y como salen de él, al cabo de media hora. Parecen otros.

En principio, el objetivo del bus es dignificar un poco la vida de estas personas. Pero lo que buscan quienes se cranearon la idea es que esa experiencia se convierta en el primer paso a la resocialización de esas personas.

La cosa es por ahí. Recuperar a un habitante de la calle es un esfuerzo titánico que implica gran esfuerzo, años y perseverancia. Pero es el único camino para enfrentar la problemática.

Rodolfo, Óscar y muchos otros seres que estuvieron sumidos en ese infierno, lograron salir de él y hoy ayudan a que sus excompañeros de tragedia hagan lo propio, son la muestra viviente de que hasta el peor ‘desechable’, como odiosamente los llaman algunos, se puede volver alguien imprescindible.

Qué bueno que los habitantes de Centenario, y de los otros sectores afectados con este problema, se acercaran a Samaritanos de la Calle a buscar ayuda para manejar esa compleja situación.

El objetivo con los habitantes de la calle no puede ser que se esfumen sino que se recuperen. Entre otras cosas porque nadie está exento de caer en ese infierno. Ni nuestro hijo, ni nuestro hermano, incluso, ni nosotros mismos.

Sigue en Twitter @dimartillo

El único oficio que Diego Martínez ha desempeñado y desempeñará es el de periodista. Reportero desde 1984 y columnista desde 1995, fue fundador del programa radial Oye Cali, colaborador de El País de Madrid y miembro del jurado del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Lideró el equipo que obtuvo ese galardón en el 2008, en la categoría mejor cubrimiento de una noticia. En el 2011, obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar al periodista del año.

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