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‘Desantizar’ la paz

Por muy poca simpatía que le inspire a uno Juan Manuel Santos,...

24 de junio de 2016 Por: Diego Martínez Lloreda

Por muy poca simpatía que le inspire a uno Juan Manuel Santos, es innegable que se apuntó un ‘hit’ con la firma del último punto de la agenda de paz, que en la práctica implica el fin del conflicto con las Farc.Santos se la jugó por este proceso de paz. Y lo sacó adelante contra viento y marea. Aunque para ser justos, hay que decir que las Farc se sentaron a negociar, con intenciones reales de alcanzar un acuerdo, gracias a que Álvaro Uribe, su ‘antecesor’ como el mismo lo llama, les bajó los humos y les demostró que no eran invulnerables.Pero, insisto, no se puede negar el empeño de Santos para materializar este acuerdo. Incluso en contra de su popularidad y de, al menos, la mitad de la opinión pública que no creíamos que este proceso fuera para ningún lado.Muchos desconfiábamos del proceso porque considerábamos que para las Farc acabar la guerra era un pésimo negocio, pues su poder radicaba precisamente en empuñar las armas. Y que tenían muy pocas motivaciones para dejarlas. Admito que me equivoqué. Resultó que, contra todo pronóstico, las Farc tuvieron la sensatez de entender que por muy complicado que les quede hacerse al poder por la vía de las urnas, será mil veces más factible que alcanzarlo a través de las armas. De este proceso puede decirse lo que quieran: que se sacrificó el Estado de Derecho, que es una paz con impunidad... pero lo cierto es que se consiguió lo que nunca se había podido y muchos creíamos imposible: que las Farc se desmovilicen y den el paso de convertirse en un movimiento político.Corremos el riesgo, por supuesto, de que mañana ese movimiento político que surja de las Farc se gane el favor de los colombianos y conquiste el poder a través del voto. Pero siempre será mucho mejor que esta gente se empeñe en alcanzar el poder con base en propuestas e ideas y no a punta de bala.El aporte que debemos hacer a la paz los colombianos que aborrecemos a las Farc por las barbaridades que han cometido es aceptar que esta organización no va a desaparecer de la faz de la tierra y que se va a transformar en un movimiento político. Al menos, ahora los combatiremos en igualdad de condiciones y con las mismas ‘armas’ con las que ellos deberán sumar adeptos: con argumentos e ideas. Y en cuanto a la violencia, esta no va a desaparecer como por arte de magia, pero la firma de este acuerdo le quitará cualquier viso de legitimidad. A quienes se empeñen en ejercerla en el futuro no tendremos que llamarlos insurgentes, rebeldes o guerrilleros sino bandidos a secas. Y habrá que perseguirlos sin contemplaciones. Pero si Santos acertó al jugársela a fondo por la carta de la paz, erró al usar ese objetivo como bandera política, pues debido a ello la mitad del país que no lo quiere y no votó por él hace dos años le cogió antipatía al proceso. Esa identificación entre Santos y la paz, que el mismo Presidente incentivó y le sirvió para hacerse reelegir, es nefasta para el que debía ser el mayor propósito de todos los colombianos.Y será el mayor obstáculo de cara al plebiscito mediante el cual se pretenden refrendar los acuerdos, porque mucha gente siente que al decirle sí a la refrendación, aprobará la labor cumplida por Santos.El reto inmediato que enfrenta este proceso de paz es su ‘desantización’. No sólo para que el plebiscito no se hunda, sino para que los colombianos sientan la paz como una conquista propia y la defiendan como su mayor patrimonio.Sigue en Twitter @dimartillo

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