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De Murphy a Ospina

Ospina repitió en su segundo gobierno una costumbre de la que hizo gala en el primero: adjudicar la mayoría de contratos a dedo.

18 de agosto de 2022 Por: Diego Martínez Lloreda

“Lo que más me duele es no poder dar la lucha para evitar que Jorge Iván Ospina vuelva a ser alcalde de Cali”.

Con esta frase cerró el mensaje de despedida que le envió a la redacción de El País, Judith Gómez, pocos días antes de sucumbir ante el cáncer implacable que acabó con su existencia.

Esta barranquillera-tulueña fue una periodista excepcional. Directa, valiente, aguerrida, insobornable, con carácter, dueña de un olfato periodístico único. Esos atributos periodísticos le permitieron intuir que para Cali una segunda administración de Ospina sería nefasta.

Lo que ni Judith ni yo alcanzamos a anticipar fue que Ospina II iba a ser aún peor que Ospina I. Aunque ese primer gobierno estuvo salpicado de hechos de corrupción, al punto que la Procuraduría le alcanzó a abrir más de 70 investigaciones, al menos dejó obras.

Ospina recurrió al mecanismo de valorización y construyó, no se puede negar, obras claves para la ciudad.

Las más destacadas, sin duda fueron el túnel mundialista y el bulevar del Río. El primero les permite a los caleños ir del sur al norte de la ciudad sin tener que atravesar el taco que antes se armaba en el centro. Y el segundo se convirtió en un espacio de encuentro y de esparcimiento para los caleños.

En cambio, este segundo gobierno no ha dejado nada, aparte de anuncios y de escándalos. Ospina va a completar tres años en la Alcaldía y a estas alturas no hay ni siquiera diseños finales de una obra importante. Y eso que el Concejo de bolsillo que tiene le aprobó un multimillonario cupo de crédito.

Ospina repitió en su segundo gobierno una costumbre de la que hizo gala en el primero: adjudicar la mayoría de contratos a dedo. Para ello, ha recurrido, como en Ospina I, a los convenios interadministrativos.
Esa figura está contemplada en la ley, pero bajo unas condiciones muy claras, que Ospina nunca ha cumplido.

La ley establece que cuando se requiere ejecutar obras urgentes se pueden adjudicar directamente a una empresa que tenga experiencia reconocida en el campo en el que se hará la obra.

Lo que ha hecho Ospina en sus dos gobiernos es utilizar esos convenios para eludir las licitaciones públicas. El mecanismo es muy sencillo: se consigue un testaferro al que se le adjudica la obra y este a vez subcontrata con el contratista que la Alcaldía señala.

Para que se presten para ese testaferrato es que le quieren ampliar el objeto social a la Emru y a Emcali.

Pero si el abuso de este tipo de contratación se ha repetido en los dos gobiernos de Ospina, lo que en el segundo gobierno no se ha visto es el liderazgo que sí mostró en el primero.

Ospina I hacía presencia en todos los rincones de Cali. Llevaba a la gente a ver su obra emblemática, la Ciudadela Nuevo Latir. Aparecía manejando una retroexcavadora, dirigiendo operativos contra la delincuencia. Se sentía la presencia del Alcalde.

En cambio en este segundo gobierno Ospina ha estado ausente. Lo que se notó en especial en el paro nacional. El hombre está escondido, lo que causa una sensación de desgobierno y de falta de autoridad alarmantes. Quizás esa ausencia se deba a que, ante los bajísimos niveles de popularidad que posee, no quiere dar papaya para que su presencia cause una enorme silbatina.

En este segundo gobierno de Ospina se repitió lo malo que hubo en Ospina I, pero lo bueno no. Lo cual valida la famosa ley de Murphy: por mal que estén las cosas, pueden empeorar.

Sigue en Twitter @dimartillo

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