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Desenmascarando a la depresión

La dificultad diagnóstica se agrava por la resistencia inconsciente de pacientes, familiares y médicos a aceptar la depresión.

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Carlos E. Climent
Carlos E. Climent | Foto: El País

28 de sept de 2025, 12:21 a. m.

Actualizado el 28 de sept de 2025, 12:21 a. m.

Hay una resistencia generalizada a aceptar la depresión como un trastorno real. Esta resistencia tiende a ocurrir inconscientemente, lo que contribuye a que permanezca escondida. Pero así el tema no se toque, el problema está ahí y no está mejorando. Aproximadamente el 15 % de todos los pacientes que acuden al médico en busca de un alivio para dolencias físicas, de cualquier naturaleza, sufre de una depresión que se disfraza con síntomas físicos.

Si bien la forma clásica de la depresión incluye signos de tristeza, desánimo, desesperanza, pérdida del interés o ideas de muerte, la realidad es que la depresión se puede enmascarar de muchas formas. La lista de síntomas que se asocian a una depresión es interminable, pero se destacan los dolores de toda índole sin una explicación satisfactoria, la fibromialgia, las alteraciones cardiovasculares, respiratorias, gastrointestinales, genitourinarias o de cualquier otro sistema. Ignorar la depresión como el problema de fondo da lugar a que el paciente no reciba el tratamiento adecuado.

La condición oculta de la depresión, su inicio gradual, la sutileza de su evolución y la amplia gama de síntomas físicos, impide su identificación y, por lo tanto, su adecuado tratamiento. El paciente se silencia, está abrumado por sus síntomas, no entiende lo que le pasa y permanece impotente frente a sus molestias.

La dificultad diagnóstica se agrava por la resistencia inconsciente de pacientes, familiares y médicos a aceptar la depresión. Desafortunadamente, muchas personas erróneamente piensan que el tener una depresión equivale a “locura” o a debilidad del carácter y no se atreven a hablar de ella con nadie. A esto se suma que la familia no siempre entiende muy bien lo que le ocurre al paciente. Es común oír a familiares pedirle al paciente deprimido que “ponga de su parte”, pues en apariencia “no tiene nada”.

Pero lo que me ha resultado más frustrante es la resistencia del sistema médico que decide tratar los síntomas orgánicos, pero ignorar la depresión, cuando es el verdadero origen de las molestias. El resultado final es que la gran mayoría (de ese 15 % de pacientes deprimidos que llega a consulta por síntomas físicos) no recibe jamás un tratamiento efectivo. En otras palabras, el sistema médico no suele pensar en la depresión como el problema de base y se deja llevar por las quejas que le trae el paciente con las cuales está mucho más familiarizado y puede aplicar un correctivo sencillo para el alivio del síntoma o remitirlo a otro profesional. En consecuencia, los síntomas son aliviados temporalmente, el paciente se siente momentáneamente satisfecho y el sistema médico considera que ha cumplido con su función. Vienen después las visitas a otros especialistas, lo que al final deja una gran frustración, una sensación de impotencia, un montón de medicamentos con sus correspondientes efectos secundarios y un cuadro clínico que no se modifica.

El sufrimiento de las personas que tienen una depresión se puede aliviar. Para lograrlo es necesario que tanto los pacientes, como la familia y el sistema médico superen sus resistencias a aceptarla. Pero el camino no es fácil, pues requiere documentarse sobre lo que constituye una de las más comunes y más efectivamente tratadas dolencias médicas.

Carlos E. Climent es médico de la Universidad del Valle y psiquiatra de la Universidad de Harvard. Durante30 años trabajó en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad del Valle, y durante 20 se desempeñó como miembro del Panel de Expertos en Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud.

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