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Kolombia

Por el azar o por una feliz coincidencia he visto la película ‘Ya no estoy aquí’ en la misma semana en la que se han celebrado los 211 años del grito de independencia de Cartagena de Indias:

12 de noviembre de 2020 Por: Carlos Jiménez

Por el azar o por una feliz coincidencia he visto la película ‘Ya no estoy aquí’ en la misma semana en la que se han celebrado los 211 años del grito de independencia de Cartagena de Indias: dos acontecimientos muy disímiles entre sí unidos sin embargo por la cumbia. Cuyos orígenes e historia dieron lugar a un coloquio entre la artista y activista cartagenera Muriel Angulo y el ministro de Cultura de Panamá, realizado en el marco de unas celebraciones que han querido destacar la importancia del papel de los afrocolombianos en las luchas por nuestra independencia.

Pero si el coloquio apuntaba al pasado, la película apunta al presente. Al hecho de que la cumbia ya no es patrimonio exclusivo de los colombianos o los panameños sino que también lo es de gente tan aparentemente diferente entre sí como los habitantes de las villas miseria del gran Buenos Aires y los de los tugurios de Monterrey en México.

Por razones que algún día habrán de investigar antropólogos e historiadores de la cultura, esta potente manifestación musical de nuestro Caribe arraigó en ciudades tan opuestas, dando lugar en cada una de ellas a toda una subcultura. Porque lo que pone en escena la película del talentoso director de cine mexicano Fernando Frías de la Parra, es precisamente eso: la subcultura protagonizada por adolescentes de barrio marginal, articulada por la devoción por la cumbia. Que han hecho suya al mismo tiempo que la han transformado hasta el punto de ofrecer sugestivas versiones de la misma. Generando un espacio simbólico delimitado por los trajes, los peinados, la jerga y los rituales propios de una banda juvenil al que llaman Kolombia. Territorio habitado por los Terkos, cuyo líder, Ulises, es el protagonista de una historia que no se distingue mucho de la de esos adolescentes cuyas agallas y carisma los convierten en cabecillas de una banda de adolescente que encuentran en la misma un medio de supervivencia en un medio hostil.

A quienes arrastra a la desgracia la violencia desencadenada por los sicarios que, en este caso, obligan a Ulises a huir a Nueva York, tratando de salvar la vida. Pero no sigo, que no quiero ser spoiler, por lo que me resta es invitarlos buscar en Netflix y disfrutar de una película que permite asomarse a uno de los universos paralelos que ha generado nuestra cumbia. El legado africano que también nosotros hemos sabido aceptar y conservar transformándolo.

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