Jesús Martín Barbero
De allí que no sorprenda que Martín Barbero fuera singularmente sensible a la cultura popular, que no por subalterna es menos compleja y heterogénea ni menos contestaría.
La muerte de hace pocos días de Jesús Martín Barbero nos ha conmovido a todos los que nos sentimos en deuda con sus extraordinarios aportes a los estudios culturales. Los estudios de los que fue pionero entre pioneros, tanto nacional como internacionalmente, alguien como él que supo “subir a hombros de gigantes” como Antonio Gramsci, Walter Benjamín o Raymond Williams para ver más que ellos, para ver cosas distintas de las vieron ellos.
La cifra de su aporte teórico fueron sin duda las ‘mediaciones’, una original reelaboración de un concepto de filiación hegeliana que expuso con poderosa fuerza argumentativa en De los medios a las mediaciones:
comunicación, cultura y hegemonía. La obra publicada por primera vez en 1987 que representó un giro copernicano en la interpretación del fenómeno de los mass media, los medios de comunicación de masas.
Pocos como él fueron capaces entonces de desplazar las interacciones entre emisor, receptor, código y mensaje del vacío espacio cartesiano de su enunciación al denso espacio social de su realización efectiva. Espacio abigarrado, heterogéneo, geológico si se quiere, generado por la yuxtaposición de capas, estratos, entrelazamientos, fracturas y grávido de conmociones externas y desplazamientos soterrados. Espacio donde el poder solo puede ejercer como tal poder si se constituye en hegemónico, es decir si se resuelve como negociación e intercambio interminable entre dominantes y dominados, entre dirigentes y subalternos, entre las imposiciones de arriba y la camaleónica resistencia de los de abajo.
De allí que no sorprenda que Martín Barbero fuera singularmente sensible a la cultura popular, que no por subalterna es menos compleja y heterogénea ni menos contestaría. Y de allí su rechazo a la interpretación elitista de la misma defendida por Theodor Adorno, de cuya seducción lo libró su contacto directo, inmediato, con la versatilidad inconfundible de nuestra polifacética cultura popular.
Estoy de acuerdo con Hernán Toro cuando dice que el otro gran logro de Martín Barbero es la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Valle. Escuela generada tanto por su magisterio como por su personalidad carismática y escuela en el sentido clásico del término:
tendencia duradera de pensamiento, capaz de transformar discípulos en maestros, de generar nuevos e impetuosos brotes en el tronco compartido y de estimular a otras escuelas.