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SALUD MENTAL

Salud mental, pandemia y estallido social

Lo que se necesita en estos momentos es un liderazgo capaz de infundir en la población un mensaje realista de esperanza y optimismo.

10 de julio de 2021 Por: Carlos E. Climent

La pandemia y el estallido social han contribuido al agravamiento de trastornos mentales latentes a todos los niveles sociales, pero que han afectado más severamente a los más desprotegidos.

El hambre de los más pobres, asociada a la desaparición de los ingresos, a la pérdida de sus trabajos y a la incapacidad de movilizarse, (pues gran parte del trasporte público fue destruido durante la asonada) agravaron la angustia, el estrés, la desmoralización, la incertidumbre, la desconfianza, el miedo y, por supuesto, la rabia. Ese coctel trágico ha llevado a la desesperación y no pocas veces a severos cuadros depresivos y a conductas suicidas que amenazan con matar más gente que el mismo coronavirus.

Si en países desarrollados como los Estados Unidos se calcula, conservadoramente, que unas 75.000 personas habrán perdido la vida por su propia mano solo como consecuencia directa de la pandemia (1), podemos imaginarnos lo que puede estar ocurriendo en el alma de un país como el nuestro, asolado por las necesidades, por el descontento y por una plaga descontrolada.

Por tanto, es una prioridad del Estado documentar y tratar los trastornos mentales ocasionados por esta sumatoria de eventos desafortunados, en especial la depresión y el suicidio, ya que podríamos estar frente a una epidemia oculta de graves dimensiones. Se mencionan estas dos condiciones por ser las más destructivas y porque es posible diseñar sistemas que permitan identificarlas e intervenirlas oportunamente.

Su identificación sería posible mediante la utilización de sencillos instrumentos estandarizados que han sido probados ampliamente en programas nacionales e internacionales y que pueden ser administrados por personal auxiliar de enfermería de las Secretarías Municipales y Departamentales de Salud (2). Una vez identificadas (diagnosticadas) estas personas se procedería a referirlas a instituciones especializadas.

Para llevar a buen término esta intervención, se hace indispensable el concurso de gobernantes sensibles capaces de reconocer estos trastornos mentales, como prioritarios dentro de los programas de salud pública. Pero también de llevar mensajes claros, realistas y positivos a la población y de proteger los presupuestos destinados a la ejecución de planes efectivos de tratamiento.

Paralelo con lo anterior es necesario hacerles saber a los líderes mentirosos, a los políticos oportunistas, a los falsos sacerdotes del apocalipsis, a los dirigentes dogmáticos que creen sabérselas todas, y a los que se la pasan inventando teorías conspiratorias, que les llegó la hora de hacerse a un lado, porque entre la pandemia y el estallido han quedado en evidencia y ya nadie les cree.

La realización de un plan como el propuesto se constituiría en una fuente de esperanza y optimismo pues la gente está urgida de planes concretos que le sirvan para mitigar la incertidumbre y el sufrimiento.

(1) Well Being Trust Org.

(2) Manual de Psiquiatría para Trabajadores de Atención Primaria, O. P. S. Serie PALTEX para Técnicos Medios y Auxiliares, No 23, Segunda Edición 1993

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