El pais
SUSCRÍBETE

La convivencia con una madre narcisista

El narcisismo es una enfermedad tan común que podría decirse que no...

10 de julio de 2015 Por: Carlos E. Climent

El narcisismo es una enfermedad tan común que podría decirse que no hay familia (ampliada) por perfecta que sea que no cuente, en su seno, con uno de sus miembros con rasgos de este trastorno. Y si con tan sólo unos pocos rasgos la convivencia es un sufrimiento, cuando son muchos, la incompatibilidad es total.Lo que ocurre es que las características de estos personajes se camuflan muy bien. Su egoísmo, su prepotencia, su manipulación y su habilidad para hacer sentir culpables a las personas que dependen de ellos emocional o económicamente, son disimulados y no tienen límites. Circulan por el mundo protegidos, justificados y tolerados por los mismos a quienes explotan sin misericordia.Gracias a todas estas “condiciones” psicológicas-y sin que nada les pase-dominan a las personas que los rodean con impresionante frialdad y desfachatez. La culpa siempre es de los demás, no reconocen enfermedad, ni mucho menos aceptan tratamiento alguno.Si no se tiene que vivir íntimamente con ellos, los problemas son manejables pues lo que hay que hacer es poner distancia y protegerse.Pero cuando se convive con ellos el problema es grave. El caso más doloroso es el de la relación de una madre narcisista y sus hijos.L. es una inteligente y sensible mujer de 35 años que está impresionada porque acaba de descubrir, leyendo “La LocuraLúcida”, que su madre es una narcisista con características sociopáticas (combinación bastante común): “Mi madre es fría como un témpano de hielo, nunca nos expresó amor ni a mí ni a mis hermanos y tiene una habilidad impresionante para hacernos sentir culpables”. “Yo sabía que algo andaba muy mal y que todo lo negativo que ocurría en casa no podía ser culpa mía. Pero no he sido capaz de enfrentarla porque siempre me ha paralizado el temor a su agresividad, a su rechazo y a que me abandonara”Las preguntas que inquietaban a L. son las habituales en estas circunstancias: “¿Cómo hacer para aceptar semejante situación? ¿Cómo no sentirme mal por no tener sentimientos de amor hacia mi madre? y ¿Cómo convivir con ella?El inicio de la liberación de L. comenzó con la aceptación de la realidad, lo que logró merced a identificar a su madre como una enferma mental. Y continuó al darse cuenta que si ella se lo proponía no tenía que continuar en ese sometimiento por el resto de su vida.La convivencia fue posible cuando ella decidió no volver a aceptar manipulaciones. Esto requirió de unas confrontaciones con su madre mucho más firmes con relación a sus conductas dominantes, egoístas, caprichosas, irrespetuosas y manipuladoras.En cuanto a si era posible una relación de amor, a L. le tomó un tiempo entender que el afecto sólo se puede dar en condiciones de reciprocidad y por lo tanto si alguien es indiferente, insensible e incapaz de amar no tiene porqué recibir amor en retribución.Las respuestas a éstas y muchas otras preguntas que fueron surgiendo en la medida en que ella se fortalecía, llevaron a L. a un cambio en su vida, que no fue rápido ni fácil, pero que le indicaron el camino de su liberación.

AHORA EN Carlos E Climent