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Un día o una vida

Es bien difícil que yo termine en una sala de cine o frente a una pantalla viendo contenido audiovisual porque siento que es una pérdida de tiempo valioso.

28 de marzo de 2019 Por: Carlina Toledo Patterson

Es bien difícil que yo termine en una sala de cine o frente a una pantalla viendo contenido audiovisual porque siento que es una pérdida de tiempo valioso. No obstante, una serie bien melosa o una película que me haga llorar lo logran, porque bien llorona y cursimente romántica sí soy. Y por eso terminé en una sala de cine viendo la muy premiada película Green Book y claro, salí de ojo hinchado.

Lo que uno se pregunta después de ver temas tan fuertes de discriminación como la que esa película plantea es, ¿cómo es posible? Si es que todos somos seres humanos con los mismos derechos y deberes y como tal debemos ser respetados y valorados. Obvio, eso históricamente no ha sucedido y el común denominador es la discriminación y la falta de tolerancia y respeto por el otro.

Curiosamente, concomitante a mi experiencia en Green Book, estaba desarrollándose alrededor del mundo una muy bonita campaña por el Día de la Mujer del 8 de marzo, organizada e implementada por la Organización Internacional de la Mujer. El tema de este año fue #BalanceforBetter, y buscaban visibilizar la necesidad de lograr equidad de género en todos los ámbitos de la sociedad.

Durante esa campaña se habló de empoderar, visibilizar, incluir, balance, inclusión, diversidad, retar estereotipos… en fin, la lista es larguísima y de todas esas palabras a las cuales nos enfrentamos las mujeres en la vida diaria, ya sea personal o corporativa, quiero analizar algunas para que se pongan en nuestros zapatos (o en el caso mío, tacones).

Por ejemplo, eso de empoderarnos. ¿Quién dijo que lo necesitamos? Si es que nosotras tenemos bien claro el valor que tenemos para la humanidad, lo que aportamos y el lugar que ocupamos. Lo necesario es que la otra media humanidad lo acepte, lo interiorice y lo respete. Ahora, miremos equidad o balance o esa palabrita ‘cuotas’ que me produce erisipela. ¿Quién dijo que nos pueden contabilizar en porcentajes y embutir en una organización para cumplir con un mandato? Eso sí que es falta de respeto. Mujeres brillantes, cultas, inteligentes, preparadas, coequiperas, disciplinadas es lo que hay en este mundo. El asunto real es aceptar que ese aporte es fundamental para el buen desarrollo de las organizaciones públicas y privadas y desear tanto el crecimiento sostenible de esas organizaciones que el tener mujeres en ellas sea lo natural.

Creo firmemente que ninguna mujer debe sentir que tiene que convertirse en un hombrecito para ser aceptada. Mantener la feminidad no tiene discusión, comportarnos como mujeres es una obligación y aportar a este mundo todo lo positivo que tenemos es un deber. Ese es el poder de la diferencia.

La complejidad radica en la manera de lograr que el respeto y el valor que nos den no sea cosa de un día. Y eso solo se logra en casa. Claramente al coprotagonista de Green Book, el italiano, eso del respeto por lo diferente jamás se lo enseñaron sus padres y ellos a su vez eran el producto de generaciones de personas discriminadoras. Él solo lo aprendió cuando le tocó vivirlo y sufrirlo en carne propia.

Si tan solo nos diéramos cuenta que el respeto se enseña desde edad temprana de una manera consistente y coherente, con seguridad no tendríamos que estar hablando del día de lo uno o de lo otro porque estaríamos poniendo el respeto en práctica por toda una vida. La campaña de #BalanceforBetter pedía un compromiso personal a quienes quisieran participar en ella. La mía será siempre seguir siendo 100% mujer y enseñar a mis hijos a respetarnos.

Sigue en Twitter @CarlinaToledoP