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El mundo de la opinión

Es curioso cómo muchas personas piensan que para escribir buenas columnas de...

24 de abril de 2015 Por: Carlina Toledo Patterson

Es curioso cómo muchas personas piensan que para escribir buenas columnas de opinión hay que ser camorrero. Mejor dicho, si no se anda denunciando o a la caza de una buena pelea con improperios y ordinarieces, una columna no tiene valor como escrito y no merece la pena ser leída. Esta semana la columna de Julio César Londoño me puso a pensar. A raíz de una charla que dio en la Maestría de Periodismo en la Icesi, Julio César se pregunta para qué sirve un periodista y desarrolla lo que él aprendió entre periodistas al respecto. Su escrito me llevó a recordar esta incomodidad sobre las columnas de opinión que hace días me viene dando vueltas en la cabeza.Personalmente disfruto mucho más una columna que aborde un tema distinto, desde una perspectiva distinta. Me aburre abrir un periódico y encontrarme con que no solo las noticias giran en torno a dos o tres temas, sino que los columnistas también han decidido machacar y exprimir el tema hasta el cansancio. Del puro hastío de ver eso que en inglés se llama mainstream, cierro y hasta allí llega la experiencia intelectual con las páginas de opinión. Opto por seguir aprendiendo algo con mi libro, las noticias, con el twitter o en mi red de Linkedln. Sin embargo, columnas como las de Medardo Arias quien esta semana aborda la viringuez en España, o una reciente de Santiago Gamboa sobre la llegada de KLM a Cali y la maravilla de esa nueva cercanía a Amsterdam, son ejemplos perfectos de un estilo de columna que atraen la atención de otros muchos seres humanos que no andan en busca de camorra. Son columnas de opinión que abordan noticias, abordan actualidad, pero desde una perspectiva inteligente y divertida y se salen de esa corriente de la que pocos en Colombia se aventuran a salirse. También hay columnas que instruyen como las de Marcos Peckel o que construyen como las de Pedro Medellín quien maneja un rico mundo de información y eso le permite ver los problemas con mesura y desde distintos ángulos. Conocer sobre alternativas a futuro y salidas a ciertos dilemas siempre será algo bienvenido. Este mundo dinámico ha llevado también a cambios significativos en lo que debe ser un buen columnista y ojo, porque de los anteriormente mencionados no todos son periodistas. Lo que sí tienen en común es que están hiperinformados, seguramente tienen redes de colegas y fuentes con la cual se comparten y se discuten temas, claramente tienen la sagacidad y el olfato para detectar el ángulo distinto y claro escriben bien, por lo tanto se leen rico. Dicho esto, paso a navegar las páginas de opinión de The New York Times donde encuentro una columna de Paula Drukerman quien aborda desde lo antropológico el arte social de comer bien; otra de Nicolas Kristof sobre la importancia de que los países se enfoquen en la educación de la primera infancia; David Kessler y Mathew Myers escriben sobre la necesidad de regular los cigarrillos electrónicos y Anna North sobre el preocupante hecho de que las mujeres negras en Estados Unidos quieren mejores trabajos pero no están pudiendo acceder a ellos. Esto es solo un ejemplo de las páginas de opinión de un periódico, pero claramente de mainstream no tiene nada.Columnistas camorreros y polémicos siempre habrá y quienes los lean también. Sin embargo, en mi mundo las columnas de opinión están para mucho más que eso y en ese sentido me encanta que haya quienes así lo asumen y lo escriben.