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Vote y no lo bote

Que más de la mitad de los potenciales electores casi siempre no vote ha llevado a que una minoría elija, atizando la violencia, el clientelismo, la corrupción y a la constante improvisación.

2 de octubre de 2019 Por: Benjamin Barney Caldas

Si a los que votarán en blanco, el 15,0% según El País o el 17,9 % según El Tiempo (encuestas del domingo pasado) se sumara una parte de los pocos que lo harían por Eder, Rentería o Maya, de los que votan por uno de los punteros en contra del otro, de los escépticos, y de los que usualmente no votan, el voto en blanco podría ganar y habría nuevas elecciones con nuevos candidatos, ojalá también mujeres, con propuestas para que Cali no contribuya al cambio climático y cómo este ya afecta a la ciudad. Que más de la mitad de los potenciales electores casi siempre no vote ha llevado a que una minoría elija, atizando la violencia, el clientelismo, la corrupción y a la constante improvisación.

Son muchas las improvisaciones en Cali, como lo es el MÍO, que se pretenden defender diciendo demagógicamente que son para el progreso, desarrollo o modernidad de la ciudad, a la que le cambiarán la cara. Pero cuando se dice que es fea muchos se molestan al tiempo que no ven lo que sí tiene aún bello: sus paisajes junto con su biodiversidad y sus climas pues hay que insistir en que son varios y se puede subir de lo caliente a lo frío en media hora, si no hay trancón claro, por lo que dañarlos sería ir en contra de un verdadero progreso que permitiría desarrollar la ciudad hacia lo verdaderamente posmoderno, ya no lo moderno del que mucho del que aquí se autodenomina así poco lo es.

Progreso es ir hacia delante, un avance, adelanto o perfeccionamiento, pero las ciudades solo lo hacen cuando sus habitantes tienen una meta; buscar solo ‘progreso’ sin especificar qué, es claramente un engaño; lo sería tener un mejor sistema público de transporte y más seguridad. Desarrollo es la acción y efecto de desarrollar o desarrollarse, no como la economía medida por indicadores meramente monetarios, pero las ciudades solo evolucionan; lo sería sacar adelante un verdadero POT. Modernidad es la cualidad de lo moderno, contrapuesto a lo antiguo o a lo clásico y establecido, pero lo que hubo aquí fue una interpretación improcedente y luego una pretenciosa posmodernidad.

Lograr que los habitantes de Cali no se dejen engañar más si sería progreso, y desarrollo sería procurar su educación, y un urgente propósito posmoderno es detener el Cambio Global del que habla Manuel Rodríguez Becerra (Nuestro planeta, nuestro futuro, 2019) y combate Greta Thunberg. Ya que lo que existe hoy, además de un falso progreso, desarrollo, modernidad o felicidad, es la inseguridad, el clientelismo, la corrupción, la improvisación, la atarbanería, y una supuesta democracia en donde históricamente elige una minoría. Y por eso en lugar de irresponsablemente abstenerse cómodamente hay que votar, y en la situación actual mejor hacerlo en blanco.

Sería posible un alcalde que vea el progreso, desarrollo y posmodernidad para Cali, ante el cambio climático, con un nuevo eje urbano y regional por la vía férrea. Sería la alameda más larga, ancha y variada del mundo, con una fila de generadores eólicos y ocho hileras de árboles de diferentes colores señalando sectores y cruces. Se gozaría desde el tren de cercanías y una autopista urbana, y en buses, carros, motos y bicicletas en el par vial de las calles 25 y 26, o caminando por amplios andenes al lado de pórticos de edificios de mediana altura cubiertos con paneles fotovoltaicos, o por un largo parque mecido por la brisa y con gran variedad de pájaros, y bien vigilado por autoridades y ciudadanos.

Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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