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¿Vida nueva?

La misma historia de cada año nuevo, las mismas amenazas, las mismas noticias, la misma corrupción, la misma violencia, la misma politiquería y poco de política

16 de enero de 2019 Por: Benjamin Barney Caldas

La misma historia de cada año nuevo, las mismas amenazas, las mismas noticias, la misma corrupción, la misma violencia, la misma politiquería y poco de política, la misma inseguridad, la misma economía, los mismos problemas sociales y las mismas mentiras y esperanzas en lugar de propósitos serios y colectivos. Es inaplazable, como todos los años, y por eso hay que insistir tanto, buscar e identificar políticos que se ocupen también de la polis y no apenas de lo que sucede en ella, conscientes de sus muchas interrelaciones, que son lo más importante, pero que poco ven ellos ni, preocupantemente, la mayoría de sus electores o que no les importa pensando (mal) solo en el dinero.

Una mejor ciudad, en tanto artefacto en el que se lleva a cabo la vida toda de todos sus ciudadanos, depende de que se hagan respetar las normas urbanas y arquitectónicas sobre los usos del suelo (del primero al último piso), paramentos, retrocesos, alturas, aislamientos, fachadas y demás. El problema es que las que hay son obsoletas, contradictorias, inapropiadas, imposibles de cumplir o que se anulan entre sí; y que no hay suficiente control principiando porque la ocupación de la ciudad real rebasa por mucho su área municipal oficial, por la que no se tiene autoridad sobre su área metropolitana de hecho ni mucho menos sobre su región inmediata; su hinterland o sea, su zona de influencia terrestre.

Los caleños tendrían una mejor calidad de vida comenzando por que entiendan que, en tanto peatones, siempre y en todas partes tienen prelación pero que deben caminar sólo por los andenes y cruzar sólo por las esquinas por los pasos pompeyanos, o cuando lo indique el semáforo, o atentos a la circulación de los vehículos en un paso peatonal demarcado o sencillamente en cualquier esquina de las calles de cualquier barrio. El problema es que los andenes en Cali son insuficientes o no los hay o están llenos de obstáculos, y que los atarvanes motorizados no respetan los pasos pompeyanos, además de que no hay suficientes semáforos ni están sincronizados, o no tienen tiempos para los peatones.

Una mejor movilidad en la ciudad se basa, hay que insistir, en un transporte integrado y público y con suficientes frecuencias, que sume al tren de cercanías los buses biarticulados, articulados y comunes, incluyendo todos los que no se han chatarrizado y estén en buenas condiciones, y que se agreguen los taxis y se legalicen los piratas. El problema es que no hay una autoridad municipal y única que maneje toda la movilidad en la ciudad, hoy dependiente de empresas privadas, y que sus usuarios, que son peatones al inicio y al final, tengan andenes por donde caminar con seguridad, eficiencia, comodidad y satisfacción, igual que los que se suben o bajan de vehículos particulares.

Para terminar, lo que concierne a seguridad y ruido es lo más difícil de solucionar, aunque sólo se necesitaría que Temis, con los ojos vendados, la balanza en su mano derecha y la espada en la izquierda, imparta justicia; y que Harpócrates, con el dedo de su mano derecha en la boca, imponga silencio a los caleños. El problema es que son solo dioses, que como todos son un puro cuento y ni siquiera chino, y que mientras reinen la corrupción y la violencia debidas a la prohibición inútil del narcotráfico seguirán, al tiempo que la atención a los drogadictos se dificulta pues no se puede atender como un problema de salud pública, como lo es igualmente el ruido a todas horas y en todas partes.

Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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