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Futuro urbano

De las amenazas del siglo XXI que ya afrontan las ciudades, la más grave es el cómo las afectará el cambio climático.

25 de septiembre de 2019 Por: Benjamin Barney Caldas

De las amenazas del siglo XXI que ya afrontan las ciudades, la más grave es el cómo las afectará el cambio climático. Manuel Rodríguez Becerra (“Nuestro planeta, nuestro futuro”, 2019, pp. 279 a 314) señala varias situaciones al respecto, y de otro lado cómo disminuir significativamente su actual contribución al mismo, advirtiendo que cada ciudad tiene características ambientales únicas que hay que considerar. Y hay que agregar que hay que hacerlo junto con las urbano arquitectónicas.

Igualmente advierte que las ciudades de los países desarrollados y los retos que enfrentan son muy diferentes a las de los países en desarrollo. Y las que están en el trópico, como Cali, son opuestas a las que se encuentran tanto al norte, en Estados Unidos y Europa, como en el sur, en el sur de Brasil, Uruguay, Paraguay, Argentina o Chile, marcadas por el paso de cuatro estaciones, lo que en Colombia en general poco se considera y lo del trópico se entiende mal o vergonzosamente.

El creciente aumento de las demandas de las ciudades sobre la biosfera, la litosfera, la hidrosfera y la atmósfera será enorme y se requieren transformaciones a fondo sobre la cantidad y las formas de utilización de lo que sus habitantes consumen, que suma el 70% de la energía y el 60% de los materiales, generando el 70% de las emisiones totales de dióxido de carbono, y millones de toneladas de basura incluyendo toda clase de alimentos vergonzosamente dilapidados sin consumir.

Hay que pensar la relación ciudad-naturaleza a partir de su estructura ecológica principal, y respecto de la contaminación, por ejemplo, responsable en el año 2015 del 16% de todas las muertes, muchísimas más que las de las guerras y violencias juntas, un estudio de la Comisión Lancet concluye que gran parte puede ser eliminada y que su relación costo beneficio sería efectiva. Y algo similar pasaría con el uso responsable del agua potable en las ciudades, y de bosques y selvas.

Es preciso reducir, reutilizar, reciclar y recuperar todo lo que se pueda. A lo que hay que agregar remodelar edificios y no demolerlos, juntando las anteriores acciones pero agregando el aspecto cultural, su contextualidad urbano arquitectónica. Y sin emisiones de carbono, de alta eficiencia energética, basura cero y reciclaje de todas las aguas utilizadas en ellos junto con las de las lluvias. Y densificar las ciudades para moverse caminando y en bicicleta o en transporte público.

Como recuerda Rodríguez que ya dijo Sócrates: “De lejos, la mejor y más admirable forma de sabiduría es la necesaria para planificar y embellecer ciudades y comunidades humanas” y, como advierte Gary Gardner: “En la primera década de este nuevo siglo los humanos traspasamos un umbral histórico cuando se estimó que la mitad de nosotros ya viviría en ciudades. Nos convertimos, por primera vez, en una especie predominantemente urbana”, es decir, en urbanitas.

“Lo que hay que salvar es nuestra especie, el Homo sapiens con la civilización que ha construido, y para hacerlo tenemos que entender que vivimos en un planeta muy diferente al que muchos suponen que existe y que se dio por garantizado durante miles de años, aceptar que somos solo una parte de la compleja trama de la vida, y asumir sus consecuencias” concluye Manuel Rodríguez Becerra (p. 23). Más ética, estética y política, y apoyar a Greta Thunberg como él sugiere.

Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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