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COP 26, Glasgow, 01-12/11/2021

Hay que presionar a los gobiernos, como Greta Thunberg y sus seguidores, y preguntar con ella: “Cómo planean ‘resolver’ eso”, apoyarla como pide Manuel Rodríguez Becerra en Nuestro planeta, nuestro futuro, 2019, pues como dice Arturo G. de Terán en El arte en la arquitectura de hoy hacia mañana, 2008

27 de octubre de 2021 Por: Benjamin Barney Caldas

Como lo demostró Thomas Piketty en un artículo de hace dos años, publicado en Le Monde: “Cada vez está más claro que la solución al desafío climático no será posible sin un movimiento poderoso de reducción de las desigualdades sociales a todos los niveles […] En primer lugar, porque las emisiones de carbono se concentran fuertemente en los más ricos. A escala mundial, el 10 por ciento más rico [Estados Unidos, Canadá, Europa y China] es responsable de casi la mitad de las emisiones, y el 1 por ciento más rico por sí solo emite más carbono que la mitad más pobre del planeta”. (La quimera de la ecología centrista, 2019, en ¡Viva el socialismo!, 2021, pp. 226 y 227).

Lo anterior es sin duda parte de la explicación del título del libro de Piketty, y de las medidas de urgencia que esos países más ricos comenzarán a tomar cuando el cambio climático los comience a afectar progresivamente y ya no se pueda negar, y que por consiguiente terminarán afectando a todo el planeta junto con los desastres naturales generados por cambio climático mismo: subida del nivel del mar y la inundación de las ciudades costeras, más y más fuertes huracanes y tormentas, alteración de los ciclos climáticos y demás, convincentemente anunciadas por Al Gore en su premiado documental (<www.climatecrisis.net>) de hace más de una década.

Y, como lo dijo Bill Gates en Cómo evitar un desastre climático, 2021, libro del que ya se habló en esta columna el 25/02/2021: “Ninguna hipótesis realista prevé que continuemos añadiendo carbono a la atmósfera sin que el mundo siga calentándose, y cuanto más caliente, más difícil será para los humanos sobrevivir, por no hablar de prosperar” (p. 31), y plantea cómo adaptarse a un mundo más caluroso y lo que cada uno puede hacer, y propone un plan para llegar a cero emisiones de gases de efecto invernadero del que fácilmente se puede deducir la “reducción de las desigualdades sociales a todos los niveles” que señala Piketty pero de la que no habla Gates.

Cómo nos conectamos; fabricamos; cultivamos; criamos ganado; nos desplazamos; nos calentamos y enfriamos, pregunta Gates, a lo que habría que agregar, cuántos somos y en dónde hay sobrepoblación si es que ya no la hay en el mundo; cuánto consumimos, cuánta agua usamos, cuánta energía, cuánto botamos, cuanto contaminamos, y salta de nuevo la gran diferencia entre los más ricos y los más pobres, que señala Piketty, tanto en países, como en sociedades, familias y personas, lo que lo vuelve un asunto claramente político en el que la participación de los ciudadanos será crucial para evitar un desastre climático como acertadamente lo llama Bill Gates.

Hay que presionar a los gobiernos, como Greta Thunberg y sus seguidores, y preguntar con ella: “Cómo planean ‘resolver’ eso”, apoyarla como pide Manuel Rodríguez Becerra en Nuestro planeta, nuestro futuro, 2019, pues como dice Arturo G. de Terán en El arte en la arquitectura de hoy hacia mañana, 2008, nuestros retos como sociedad estarán dominados por otros criterios obligados por el cambio climático:
sostenibilidad, respeto por el medio ambiente, uso de materiales reciclados y reciclables, nuevos sistemas constructivos, y flexibilidad y adaptabilidad de los edificios a funciones futuras. Basta leer Una vida en nuestro planeta, 2021, de David Attenborough.
Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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