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¿Perdimos el año?

La corrupción centralizada hoy en el caso Odebrecht confirma que los delitos de cuello blanco siguen vigentes en la élite política, social y empresarial que pretende enquistarse en el poder atracando al Estado.

21 de diciembre de 2017 Por: Beatriz López

Finaliza este 2017 con un sabor agridulce para los colombianos. Se firmó la paz con las Farc pero su implementación está enredada en un Congreso espurio, en un Gobierno que por improvisación incumplió la mitad de los acuerdos y en una guerrilla que además de las dificultades para ingresar a la vida civil y política, se enfrenta a las denuncias públicas de sus mujeres por la aberrante esclavitud sexual a la que fueron sometidas con la complacencia de sus comandantes.

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Tampoco ha sido fácil ver a los Honorables Magistrados desfilar por los estrados judiciales como miembros del más degradante de los carteles delincuenciales: el de la ‘Toga’. Por otro lado, la corrupción centralizada hoy en el caso Odebrecht confirma que los delitos de cuello blanco siguen vigentes en la élite política, social y empresarial que pretende enquistarse en el poder atracando al Estado.

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No hablemos del agua sucia que invade las redes sociales para enlodar a algunos candidatos a la Presidencia, eso que llaman los gringos Asessination, ni de la conformación del Congreso a partir del 2018 con herederos de los congresistas acusados por corrupción o paramilitarismo, cuyos hijos y demás parientes fueron aceptados por los directores de casi todos los partidos políticos, “porque los lazos de sangre no configuran un delito”, como dijo en tono elocuente el exministro de Agricultura, hoy director de la U, Aurelio Iragorri.

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Imposible pasar por alto la capacidad de explicar lo inexplicable y salir indemne del ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, cuando por culpa de sus maquiavélicos manejos de la economía Colombia fue descalificada por Standard & Poor’s, dejando al país ad portas de una grave recesión. Deja la olla raspada y se atreve a dictar normas de comportamiento a futuro.

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Sin embargo, al lado de los antipersonajes que migran en la política, la Justicia, las Fuerzas Militares, el Gobierno y el Deporte, es de destacar a aquellos que devuelven la credibilidad al país. Mientras el sector privado calificó por debajo de un 2 al presidente Santos y a casi todos sus ministros, hay dos que sacan la cara por todos: Alejandro Gaviria, de Salud y Mariana Garcés, de Cultura.

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En el sector militar voto por el general Alberto José Mejía, comandante de las Fuerzas Armadas, un hombre de honor a quien el país le cree cuando da un parte. Por el lado de la Policía me inclino por el brigadier general Jorge Luis Vargas, director de la Dijin, otro hombre de honor, correcto, que habla sin rodeos ni manipulaciones. El otro es, Francisco de Roux, el sacerdote que presidirá la Comisión de la Verdad, quien conoce la realidad de la violencia en Colombia porque la ha vivido en carne propia en el Magdalena Medio. Gracias a ellos, Colombia no perdió el año del todo.

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En el deporte me gusta Rigoberto Urán, subcampeón del Tour de Francia y subcampeón en el Giro de Italia, por su sencillez y desparpajo, porque no se ha dejado marear por el éxito y trabaja duro para ser mejor cada día. Lo mismo sucede con Falcao. Por el contrario, creo que la Pajón y James se han dejado contagiar por el acoso mediático de que son objeto.

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A nivel local, considero que el funcionario estrella de la Alcaldía es Rodrigo Zamorano, secretario de Gestión de Riesgo de Emergencia y Desastres. Lo he visto actuar cuando hay problemas y es acucioso e intenso, y no descansa hasta dejar resueltos los complejos sistemas de protección. En la Gobernación hay que felicitar a la jefe de Comunicaciones, Ana Adiela Zamora, toda una profesional del quehacer periodístico. Felicitaciones.