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El egoísmo nos destruye

Cuando uno reflexiona sobre la Palabra del Señor se queda admirado no sólo de su sabiduría, sino también de la actualidad de su enseñanza. Es lo que encontramos en el mensaje que nos presenta este domingo

1 de septiembre de 2019 Por: Arquidiócesis de Cali

*Monseñor José Soleibe Arbeláez, obispo de mérito de Caldas (A).

Cuando uno reflexiona sobre la Palabra del Señor se queda admirado no sólo de su sabiduría, sino también de la actualidad de su enseñanza. Es lo que encontramos en el mensaje que nos presenta este domingo: “Si te invitan a una cena, no ocupes el primer lugar, ocupa el último; es preferible que al llegar el que te invitó te haga sentir muy bien al ascenderte a otro puesto superior y no pasar la vergüenza de ver que te bajan de la cabecera para pasarte a un sitio de menos categoría”. No se trata de simples relaciones humanas; Cristo va mucho más allá hasta llegar a tocar algo profundo del ser humano, al recordarnos que “el hombre no es egoísta por perseguir su propio bien, sino por no tener en cuenta el de los demás”. El Señor nos pide que rompamos con el egoísmo que nos hace sentir los mejores, los más importantes y nos abramos al amor, mirando siempre el bien del otro, llegando a orar por quien nos persigue y calumnia.

La humildad no consiste en negar las cualidades que tenemos, sino en reconocer que son un regalo de Dios, solo que el relativismo del mundo, y más del mundo de hoy, nos impide mirar las cosas objetivamente para que las miremos subjetivamente, como quien dice: que la verdad y el bien no existen como tales, sino que según las circunstancias las cosas son buenas o malas. El referente no es lo que Dios manda para bien de todos, sino lo que yo pienso para mi bien.

No nos extrañemos, pues, al ver que este egoísmo no has llevado a pensar que lo que importa es mi ego, mi yo, el bien común pasa a un segundo lugar. ¡Fatal! Por eso encontramos hoy frases que nacieron en un momento dado y ya hicieron carrera, se popularizaron, como: “¡Usted no sabe quién soy yo!”. Es exactamente lo contrario de lo que nos dice el Evangelio: “Cuando te inviten a una cena no ocupes el primer puesto”. El Señor nos pide no caminar en la vida con los criterios de mundo: tener, poder y placer. Yo valgo, por lo que soy, una persona, hijo de Dios, no porque tengo dinero o mucho estudio; creo en el poder como la oportunidad de servir a los demás, no para explotar a mis hermanos, abusar de ellos de una u otra forma o aprovechando la corrupción reinante; y creo en el placer cuando disfruto de tanta belleza que Dios nos ha dado para ser feliz. No nos preocupemos por el primer puesto, preocupémonos por amar al hermano.

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