Columnistas

Amor y perdón: la ruta hacia el 2026

No se trata de resignación, sino de apostar por la vida, por la reconciliación y por construir un país que no repita la historia de dolor.

GoogleSiga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias

Angela Cuevas de Dolmetsch
Angela Cuevas de Dolmetsch | Foto: El País

22 de ago de 2025, 02:57 a. m.

Actualizado el 22 de ago de 2025, 02:57 a. m.

María Claudia Tarazona, viuda del fallecido senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, hizo un llamado, un faro en medio de la tormenta: “Rechacemos cualquier acto de violencia o venganza por la muerte de Miguel, porque para honrarlo solo debe haber amor en nuestros corazones”. Amor, debería ser lo que nos una como nación en este camino hacia las elecciones de 2026, un país que aún sueña con la paz.

La invitación no es menor. En tiempos de polarización, cuando los discursos de odio inundan redes sociales y medios, vale la pena volver a la enseñanza cristiana de “poner la otra mejilla”. No se trata de resignación, sino de apostar por la vida, por la reconciliación y por construir un país que no repita la historia de dolor. Cuando la humanidad ha olvidado el perdón, lo único que cosecha son más masacres y genocidios. Hoy lo vemos en distintos rincones del mundo, donde líderes cegados por su propio ego arrastran a pueblos enteros al sufrimiento.

En Colombia conocemos bien ese drama. Tuvimos un presidente, Juan Manuel Santos, que desde una élite privilegiada se atrevió a apostarle a la paz. Sin embargo, el odio político y la consigna de ‘hacer trizas’ los acuerdos terminaron minando la esperanza. Muchos de los excombatientes que habían dejado las armas volvieron al monte, entre ellos ‘Jesús Santrich’ e ‘Iván Márquez’, al no encontrar garantías reales para reintegrarse. El Estado, además, cometió el error histórico de no ocupar los territorios que dejaron las Farc, entregando esos espacios al control de nuevos actores armados como el Clan del Golfo.

La apuesta por el exterminio, encarnada en las políticas de Álvaro Uribe y continuadas por Iván Duque, solo dejó heridas más profundas. Los falsos positivos fueron una tragedia moral y política que aún nos persigue: un país donde se pagaba por muerto terminó convertido en un lugar donde incluso la verdad sobre los muertos resulta incierta.

Hoy, al borde de unas nuevas elecciones presidenciales, llegamos con un país polarizado, con candidatos de todos los colores y con una ciudadanía atrapada entre la incertidumbre y el cansancio. Las redes sociales, en lugar de propiciar el debate democrático, se han convertido en trincheras de insultos y desinformación. El odio parece multiplicarse como una plaga.

Frente a ese panorama, las mujeres tenemos un papel histórico. Hemos dicho muchas veces que no queremos seguir pariendo hijos para la guerra. Somos portadoras de la ética del cuidado, el perdón y el amor. Imaginar un gobierno en Colombia liderado por mujeres de distintas orillas políticas, unidas más allá de sus ideologías, no debería ser una utopía. En 2003 lo demostramos en el ‘Barco de la Paz’, cuando mujeres del Eln pudieron abrazarse con mujeres de las autodefensas.

No se trata de descalificar a ninguna de las aspirantes actuales, sino de insistir en que Colombia necesita un liderazgo capaz de sanar, no de dividir. Ojalá, en 2026, los colombianos sepamos elegir con amor en el corazón.

Profesión Abogada, PhD en Gobierno de la London School of Economics. Fue directora del programa de TV el Agora y la Lupa. Miembro de La Comisión Preparatoria sobre Administración Pública de La Asamblea Nacional Constituyente 1991. Promotora y madre del Artículo 40 de la Constitución o Ley de cuotas 1991. Miembro del Comité Asesor de Poder de “El País” 2010. Escribe para el periódico desde el 2005.

Regístrate gratis al boletín de noticias El País

Descarga la APP ElPaís.com.co:
Semana Noticias Google PlaySemana Noticias Apple Store

AHORA EN Columnistas

Gonzalo Gallo

Columnistas

Oasis