Marta, la esperanza canta
Marta Gómez no recuerda un día de su vida sin cantar. Según...
Marta Gómez no recuerda un día de su vida sin cantar. Según su madre, en la cuna se arrullaba con sus propios susurros. Y hoy 3 de octubre, esta caleña adoptiva, egresada del Liceo Benalcázar, viene a la ciudad donde vivió la primera parte de su vida a seguir cantando, esta vez en el escenario del Jorge Isaacs, después de años de ausencia y de éxitos en el exterior, donde es más conocida que en Colombia. Su trabajo constante y tesonero la ha llevado a colocarse a la altura de las grandes cantautoras latinoamericanas como la argentina Mercedes Sosa o la chilena Violeta Parra.Durante una estadía de diez años en Estados Unidos, donde estudió música en el Berklee College de Boston, redescubrió el valor y el sentido de la música popular colombiana y latinoamericana y con un grupo de amigos de diferentes nacionalidades creó un grupo que se dedicó a combinar los diversos ritmos de la región, hasta lograr un estilo propio e inconfundible hecho de bambucos, cumbias, torbellinos y vallenatos colombianos; de festejos, valses y landó peruanos; de carnavalito boliviano, son cubano, zambas y milongas argentinas; de chamamé y candombe uruguayos; de música llanera venezolana; de cueca chilena; de rancheras, baladas y boleros; y hasta de flamenco español. Su música recoge todos esos ritmos, les da motivos y los vuelve canciones que echa a rodar por el mundo.La música y las letras de la mayor parte de sus canciones son compuestas por ella, aunque en los últimos años se empeñó en ponerle música a poemas de García Lorca. Podemos simplemente seguir los sonidos de sus canciones sin preocuparnos por el significado de las letras como les ha ocurrido a muchos de sus oyentes en países donde no se habla español como Israel, Suecia, EE.UU., Francia, Suiza, Finlandia, Sudáfrica y otros donde ha tenido gran éxito a pesar de las diferencias lingüísticas; pero también podemos olvidarnos de los sonidos de los instrumentos y leer las letras de sus canciones para darnos cuenta que se trata de una gran poeta. Música y poesía se confunden pues en un solo haz en la obra de esta mujer que se define a sí misma como cantautora.La nostalgia parece ser el país de donde provienen sus palabras y melodías. Aún en sus más bellos poemas sobre amores afortunados sabe que la felicidad y la nostalgia no se excluyen y que la posibilidad de perder al ser amado hace parte de la dicha de poseerlo. Así le canta a su familia, amores y amigos. También le canta a Colombia, país que lleva atravesado en la garganta y que no la deja acostumbrarse a la distancia. Y también le canta a las tardes caleñas que se visten de amarillo, a los gatos de Hernando Tejada y a los colores de Lucy, con quienes comparte la ternura de sus obras.Habitar sus canciones y su poesía es una experiencia en la que se aprende un secreto para ser feliz, que resume en mi opinión lo fundamental de su trabajo: estemos donde estemos, vivamos lo que vivamos, hay que cantar. Su sueño es que Colombia, un país que sabe llorar, al que le sobra corazón y voluntad, será otra cosa el día que no haya obstáculos para cantar. Y lo dice en una bella canción llamada Canta dedicada a España después de la tragedia del M-11 en Madrid donde murieron 191 personas: Si algo quieres decir dilo cantando y si algo quieres llorar, cántalo también. Por eso su obra, que se reviste con el ropaje de la nostalgia, es más un canto de la esperanza: Cuando quieras llorar yo te doy mi llanto, (pero) si se rompe tu voz yo contigo canto. Cantemos con ella esta noche en el teatro Jorge Isaacs. Marta: aquí hay mil pretextos que te esperan para regalarte su mirada. Bienvenida.