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Enemigos acérrimos

Un cuento de Jorge Luis Borges nos narra la historia de dos...

15 de julio de 2015 Por: Alberto Valencia Gutiérrez

Un cuento de Jorge Luis Borges nos narra la historia de dos teólogos que se pasaron la vida en agrias disputas doctrinales, compitiendo por encontrar, al final de sus vidas, un lugar privilegiado al lado de la divinidad, por haber sabido interpretar y defender mejor sus misterios y sus designios. Uno de ellos, el hereje Juan de Panonia, fue quemado en la hoguera por sus ideas en presencia de Aureliano, el ortodoxo, quien finalmente también terminó devorado por el fuego de un rayo, incinerado como había muerto su adversario. Cuando Aureliano llegó al reino de los cielos se encontró con la sorpresa de que Dios lo confundía con Juan, su acérrimo enemigo, y en ese momento comprendió que, para la “insondable divinidad”, el “ortodoxo y el hereje, el aborrecedor y el aborrecido, el acusador y la víctima”, formaban una sola persona.Recuerdo siempre esta parábola cuando observo la disputa entre las Farc y el uribismo, grupos diversos que, a la manera de los dos teólogos, están hechos el uno para el otro. Ambos parecen ubicados en polos doctrinarios opuestos y excluyentes por su concepción de la política y del Estado (la extrema izquierda y la extrema derecha) pero en el fondo, con ropaje diferente, representan una similar concepción antidemocrática y totalitaria. Los “extremos se tocan” dice la sabiduría popular. Las Farc han sabido recoger lo peor de la tradición autoritaria de una vieja izquierda estalinista, ya mandada a recoger: la prohibición de las disidencias, la estricta línea vertical del partido único, la solución de las diferencias con la pena de muerte. El uribismo, por su parte, considera que la opinión está por encima de las normas del derecho y su líder trató de enseñarnos que la “razón de Estado” está por fuera de la moral, a la manera de los grandes totalitarismos del Siglo XX. La famosa frase, “el que no está conmigo está contra mí”, que excluye la posibilidad de disentir, podría ser firmada al mismo tiempo por ambos bandos.El movimiento uribista extrae su fuerza, y el inmenso apoyo en que se sustenta, de la existencia de las Farc. De hecho, Uribe llegó a la presidencia, no tanto por el atractivo de sus programas, sino gracias a la fatiga que tenía este país de los abusos de este grupo guerrillero, que en ese momento ocupaba un porcentaje aproximado al 50% de los municipios. Y desde este punto de vista nada es más importante que el fracaso del proceso de paz, para que el uribismo se pueda mantener como opción política. Consumado este hecho, muchos ciudadanos quedarían convencidos de que Uribe tiene la razón y no existe otra opción que la guerra cruenta y frontal, así se lleve por delante la institucionalidad del país. Las Farc, por su parte, con sus actos demenciales, por fuera de toda lógica racional de la política e, incluso de la guerra, parece que asumieran consciente e intencionalmente el interés de colaborar con el éxito del uribismo, su acérrimo enemigo. El resultado final es que terminan ganándose cada vez más la animadversión de la población la cual, al ver vulnerados sus derechos más elementales (como ocurre en Nariño), sueña con un dictador autoritario que realice en su nombre la venganza, la cual parece ser el común denominador de ambos bandos. Sólo con la ayuda de ese Dios borgiano que no conoce diferencias y considera el universo como su propio sueño (de acuerdo con la tradición budista), podríamos entender por qué dos acérrimos enemigos se parecen tanto y por qué hacen hasta lo imposible para que su adversario no perezca, porque saben muy bien que la desaparición del uno significaría la desaparición del otro, como en la historia de los teólogos.