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Derechos básicos no negociables

La manifestación del 21 N en Cali fue histórica por su magnitud, la diversidad de participantes y de temas en la arena pública.

10 de diciembre de 2019 Por: Álvaro Guzmán Barney

La manifestación del 21 N en Cali fue histórica por su magnitud, la diversidad de participantes y de temas en la arena pública. De manera especial, por la manera pacífica de llevarse a cabo, incluso haciendo llamados a la no-violencia. Cuando se disolvió, en horas de la tarde, organizaciones delincuenciales que siempre han tenido presencia en la ciudad hicieron de las suyas y, al anochecer, se desarrolló un fenómeno de paranoia colectiva, promovido desde las redes sociales, en el que se aseguraba que turbas de vándalos se estaban tomando unidades residenciales y, en consecuencia, los residentes se estaban armando para defenderse, ante una Policía desbordada por las llamadas.

El pánico colectivo aconteció, sin que haya evidencias de hechos masivos de incursión violenta en las viviendas. A las 9:30 de la noche explotó una bomba en la estación de Policía de Santander de Quilichao con saldo de tres policías muertos y varios heridos, policías y civiles. Hechos estos muy distintos en un solo día, que no pueden confundirse, pero que están conectados, dados los problemas complejos por los que atraviesa la sociedad colombiana. Se destacan los dos extremos. Por un lado, la presencia masiva y pacífica de ciudadanos que reivindican derechos y, por otro, la presencia anónima e individualizada del terrorismo que cobra vidas impunemente.

En la manifestación ciudadana, se debe destacar la presencia de nuevos ‘agentes y temas’ en la acción colectiva. Jóvenes y mujeres fueron los protagonistas de esta parte de la jornada. Reivindicaban trabajo y estabilidad laboral, denunciaban la violencia y la dominación patriarcales, exigían protección al medio ambiente, al agua y acciones contra el cambio climático, pedían poner en práctica los acuerdos de paz y de justicia transicional. Todo esto sin que se identificaran ‘líderes’ en la concentración. Más bien, expresiones diversas con música, danzas y proclamas. En el fondo, un gran descontento con el sistema político y social en el que están inscritos que lo concretan y personifican en el actual gobierno del presidente Duque. Podría haber sido otro gobierno y presidente. Al lado de estos nuevos actores de la acción colectiva estaban los miembros de sindicatos y organizaciones políticas tradicionales que parecían más bien un grupo de jubilados, sabemos que con jubilaciones a las que los jóvenes no pueden aspirar hoy.

El conflicto va para largo, aunque no se exprese de manera continua y tenga altos y bajos. En parte, se podría resolver con un gobierno que escuche y canalice las protestas en acuerdos factibles y verificables. Este es el ámbito de ‘lo negociable’ y coyuntural. Pero en la manifestación se expresaron asuntos de fondo, que también están presentes en las movilizaciones en otros países de América Latina y del mundo que implican una discusión ‘no negociable’ sobre un futuro mejor. No es solamente el tema de la desigualdad social, que es abrumadora. Es el tema de una economía más amable con la naturaleza y menos bárbara. Es el tema del trabajo estable y de las posibilidades de procrear hijos. Es el de la ética y la política de los elegidos, pero también de la legitimidad del ejercicio político valido por fuera de los canales institucionales. Paz, pero también convivencia y no-violencia. Justicia social con reconocimiento y respeto incluso en situaciones de desigualdad. Este tipo de temas están apareciendo en el mundo y no somos una excepción. Su solución implica un proceso social con fuerte intervención de la opinión pública, de manifestaciones colectivas y de pedagogía. Como ejemplo, la denuncia de la dominación patriarcal violenta es absolutamente pertinente. Progresivamente debe cambiar la forma de las relaciones entre géneros. Están implicados derechos básicos y no negociables.