Una mirada retrospectiva

Cuando observo lo ocurrido recientemente, paros y marchas, se me generan algunas reflexiones.

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10 de dic de 2019, 11:50 p. m.

Actualizado el 19 de may de 2023, 06:01 a. m.

Cuando observo lo ocurrido recientemente, paros y marchas, se me generan algunas reflexiones. Escuché que dichas inconformidades se habían cocinado por un descontento con el régimen. También se afirmó que los enfados se gestaron durante un largo período. Sin embargo, los organizadores del paro orientaron sus reclamos exclusivamente hacia el presidente Duque, quien lleva en el poder año y unos meses.

En una democracia se tiene la prerrogativa de marchar y protestar, no obstante, dicho derecho tiene fronteras constituidas por los derechos de los demás compatriotas a movilizarse y asistir al trabajo, si lo desean. Al gobierno le corresponde velar por esas libertades constitucionales.

Los escándalos de corrupción no se deben medir solo por los montos. El de Odebrecht tiene importancia, no tanto por su valor, sino porque salpicó a importantes servidores públicos y empresarios. En mi opinión, el más grave fue cometido por los altos magistrados de la Corte Suprema de Justicia, por ser ellos en quienes reposa la responsabilidad ética de la nación, los guardianes de la moral. ¿Por qué no hubo marchas o paros entonces?

Existió poca solidaridad con la Policía. Los manifestantes la agredieron inmisericordemente. Los vimos, en algunos casos, caídos e indefensos en la calle, siendo apaleados por los manifestantes o víctimas de papas-bomba.

Los acuerdos pactados con las Farc engendran costos que demandan inversiones para financiar los ingresos cotidianos de sus miembros y su reentrenamiento para una reinserción digna a la sociedad, lo cual toma tiempo y dinero.

Se pactó atender aquellas zonas periféricas, tradicionalmente abandonadas por unos gobiernos centralistas, las cuales carecen de las necesidades más elementales y a donde el Estado nunca ha hecho presencia. Lo prometido debe cumplirse.

Se requiere la reforma tributaria para generar los recursos económicos necesarios para cumplir lo que el gobierno anterior prometió, gravando progresivamente las rentas y patrimonios de las personas, como se ha propuesto. El presidente anunció alivios del IVA, para las personas de menores ingresos. La petición de no aprobarla y la de no modificar las normas pensionales que solo cubren al 20% de la población y erosiona en $35 billones el presupuesto nacional, para pagar las más cuantiosas, medida evidentemente regresiva, solo puede provenir de personas cuyas malquerencias les produce ceguera.

Puede que el presidente Duque no haya estado a la altura de las expectativas, pero la ausencia de solidaridad se la atribuyo en mayor grado a su política de cero mermelada para los políticos, al odio que la oposición le profesa al jefe de su partido, el Dr. Uribe, y a la austeridad en la publicidad. Las opiniones de algunos medios están influenciadas por la pauta.

Subsiste confusión, descontento y desaliento, no solamente por aspiraciones razonables, que deben ser abocadas por el actual gobierno y los que lo sucedan, pero también hay desconcierto suscitado por motivaciones oscuras.

Debiera realizarse una verdadera reforma tributaria en busca de una mayor igualdad. Lo insólito es que miembros de la anterior administración que llevaron a cabo una reforma regresiva y recesiva, aumentando el IVA en casi 20%, de 16% a 19%, estén oponiéndose a la actual, conociendo las consecuencias de no ser aprobada.

Economista de profesión. Empresario con experiencia en el sector público y privado. Columnista de El País desde hace varios años.

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