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El tema de la corrupción

No obstante el actual gobierno ni menciona este importante propósito. Su único lema es el cambio, pero excluye el cambio de las costumbres éticas.

22 de noviembre de 2022 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

En mis artículos anteriores he mencionado reiterativamente que para que la corrupción se logre, se requieren dos actores, uno del sector público y otro del privado. “¿Quién peca más, el que peca por la paga, o el que paga por pecar?”. Ambos son igualmente culpables.

Cuando trabajé en el sector público, hace unos cuantos años, el enriquecimiento ilícito a base de coimas no revestía la importancia actual. Los funcionarios públicos que cometían estos desafueros eran conocidos y señalados. Se podían contar con los dedos de la mano.
Ahora, los que se cuentan con los dedos de la mano son los funcionarios honrados e insobornables que trabajan para el Estado.

El cambio se fue dando paulatinamente en la medida que el narcotráfico fue penetrando el sector público y el privado. No se dio de la noche a la mañana. Estimo que la comercialización de las drogas psicoactivas ilícitas fue el factor más importante que alteró el comportamiento ético de nuestros gobernantes. Los actores de tan funesta actividad penetraron hasta las entrañas del gobierno. Las consecuencias las pagamos todos los ciudadanos, sin excepción.

En la campaña política que llevó a la Presidencia a Petro, el tema de la corrupción fue mencionado constantemente, con la promesa de los candidatos de que si obtenían el poder, uno de sus objetivos sería la lucha para desterrarla de Colombia. El candidato, Rodolfo Hernández, acogió este postulado como su único lema de campaña y con esta propuesta llegó hasta el final. No obstante el actual gobierno ni menciona este importante propósito. Su único lema es el cambio, pero excluye el cambio de las costumbres éticas. Por el contrario optó por comprar unos cuantos partidos, que se vendieron a cambio de burocracia, practicó con éxito la estrategia de la ‘mermelada’, con el fin de lograr la mayoría en el Congreso. De esta manera cooptaron la oposición y legislan a su antojo. Sin su concurso, no si hubiese aprobado el funesto proyecto tributario.

Además, se delega el derecho para nombrar los funcionarios para los cargos de las funciones delegadas, objeto del soborno. Los sobornados escogen a los funcionarios leales a sus causas, desestimando sus capacidades para ejercer las funciones de sus cargos. De esta manera conservan el poder líderes de esas facciones y se menoscaba la eficiencia de los organismos estatales. El otorgamiento de contratos es parte importante del acuerdo. Es allí donde se produce el enriquecimiento ilícito.

Los organismos de control a nivel local son electos por los concejos municipales y las asambleas departamentales, como obvia consecuencia, nombran en esos cargos a sus amigos o copartidarios, como si fuese poco los personeros y contralores les deben su elección a sus electores, los mismos concejales o diputados. Es un sistemas nefasto.

Los órganos nacionales, Fiscalía, Contraloría y Procuraduría, que supuestamente gozan de independencia, son inoperantes. La inmensa mayoría de las acusaciones llegan hasta la prescripción, pocos son fallados. Con las acusaciones al actual Alcalde de Cali, en su primer período de gobierno, así ocurrió.

La llamada maquinaria se ha vuelto indispensable para elegir y conservar el poder. Allí radica la razón para que algunos líderes políticos se perpetúen en el poder, aún por fuera del gobierno. Son los manda más, ‘il capo di capi’.